Sus artículos

Vamos a impartir doctrina dogmática, de cara a la reflexión colectiva. Toca en la lección de hoy la definición de sociedad. Yo digo que la sociedad es un grupo de personas, que dependen unas de otras para su supervivencia y bienestar. ¿Os gusta? ¿A que es una definición chula, corta, sencilla, precisa…? Somos socios de la misma empresa, en términos mercantiles.

 

Estaba mirando un reportaje sobre indígenas y rituales ancestrales, intentando responder a la pregunta fundamental que me hago siempre: "¿por qué la gente es tan rara?". Para mí es incomprensible que todos esos nativos, se dediquen a venerar un tótem y a emocionarse imbuidos del espíritu colectivo. Canta en directo una especie de sacerdotisa de esas que cantan, nadie dice ni pío, los guerreros concentrados, la gente que parpadea… Alucinante.

Los detractores del Acratosaurio, son escasos, pero insistentes. Mis ideas no acaban de gustar al Universo, y me piden que desarrolle un poco más la locura colectivista que me traigo entre manos, para que puedan reírse a gusto. Ahí va.

 

Un artefacto ha explotado en la Basílica del Pilar, poco antes de las fiestas de la susodicha diosa, y los medios de comunicación atribuyen el hecho a un "Comando Anarquista Mateo Morral". El Acratosaurio ni quita ni pone a la tenebrosa versión de los periodistas, que hablan de un grupúsculo que es "desconocido", compuesto por un número indeterminado de miembros (entre dos y tres millones), capaz de escindirse, crecer, decrecer y desaparecer como el Guadiana, y que guarda conexiones con otros grupos italianos, griegos y de pahí.

Resulta que le Nouvel Observateur, ha convocado un concurso de ideas para mejorar el continente. Repaso las propuestas… Un DNI único, un banco único, una Justicia única, normas de tráfico únicas, el latín como lengua franca… He decidido hacer mi aportación.

 

Emulando a Fraga bañándose en Palomares, cuando lo de las bombas atómicas de los gringos, Rajoy visita Fukushima. El pueblo japonés puede respirar tranquilo. Rajoy ha soltado un discurso, en el que ha manifestado que los temores de los occidentales que vinculan el nombre de Fukushima con el desastre nuclear, son infundados, y allí está él para demostrarlo, invulnerable como Aquiles, inaugurando la exposición "Flores de Invierno". Es un tipo culto.

Estamos viviendo tiempos curiosos, con políticos hablando a todas horas, y el Acratosaurio los mira como el que contempla un insecto especialmente feo, con ánimo de comprenderlos. Hoy el Gobierno congela el sueldo de sus funcionarios, ayer le daba copago a los enfermos crónicos, anteayer le metía la mano a los pensionistas… 

 

Dentro de la campaña que las fuerzas nacionalistas llevan a cabo para redefinir sus posiciones en el seno del Estado, se ha puesto de moda ese lema tan bonito: "el pueblo tiene derecho a decidir" (1). Claro, cómo no, por supuesto. Ahora lo que tiene que definir el Poder es qué es lo que puede decidir, que es harina de otro costal. Por lo visto a los catalanes se les va a preguntar -si hay suertecilla- si quieren ser catalanes. Fantástico. Bueeeno.

El problema de la población sometida que se vuelve apática y deja que le hagan de todo, surge una y otra vez en las conversaciones que mantienen los militantes sociales. Es como la canción del verano, que vuelve inapelable a machacarnos los oídos: "¿por qué los judíos no se rebelaron en las campos de exterminio? ¿Por qué los prisioneros no queman sus prisiones? ¿Por qué los pobres no hacen nada contra quienes les exprimen?

 

Uno de los temas estrellas de esta legislatura, y de las pasadas, es el tema de los servicios públicos y su gestión. Existe en ámbitos liberales, la peregrina idea de que la gestión estatal, por no perseguir un objetivo inmediato de lucro empresarial, es más ineficaz, más costosa que una gestión privada que sí que busca enriquecerse y expandirse rápidamente.

 

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