¿Revolucionarios o reformistas?, —me preguntaba Malatesta una mañana en el café—. Revolucionarios, por supuesto. Siempre socavando el poder, incumpliendo sus reglas, moviéndonos en las turbias aguas de lo prohibido, de cara a pasear la cabeza del Comerciante de Grano, en la picota. Caminar decididamente hacia el Gran Cambio empleando tácticas y estrategias adecuadas, y adecuar la conducta, a las ideas que se dicen propias.