Sus artículos

El sarcasmo es grande. El jefe apache, acosado en Sierra Madre por cinco mil cuchillos largos, con un grupito de bravos, se rindió en el año de 1886. Cinco mil tíos a caballo hicieron falta para conseguir pescarle. Con sesenta y seis años (pasada la edad de jubilación), Gerónimo se entregó al enemigo, bandera blanca, he hecho lo que he podido, aquí está mi revólver.

Se me acumulan montones de peticiones, que no sabe uno ni cómo atenderlas. Una es la de PLD53 (Parado de Larga Duración de cincuenta y tres años), que está realizando un Cursillo Sindical de Gorrilla Aparcacoches. El hombre, que era representante de farmacia, me dice que en las prácticas ya ha conseguido hacer bien el péndulo con el brazo, para indicar el hueco libre al despistado conductor. “Con energía, pero sin desesperación”, me comenta.

Esta mañana, mientras comentaba en el Itziar con la parroquia, la penosa derrota del Athletic frente al Espanyol, al llegar el Deia y empezar a buscar las páginas deportivas, nos encontramos con que se han cargado a Ben Laden.

Hace varios meses Alberto, un parado de tantos, decidió abrirse un blog donde ir contando sus amargas experiencias en el mundillo de la pobreza y de la dependencia: facturas impagadas, embargos, gastos bancarios, persecuciones de acreedores…, esas cosas. Le dio por expresar su descontento, y hace más de dos semanas plantaba su cuerpo gentil ante el Ayuntamiento de su pueblo.

Es difícil de explicar. El 26 de abril se suicidó Patricia Heras. Quienes la habían condenado, dijeron que había arrojado una valla contra unos policías, y por ello la condenaron a tres años de cárcel. Seis meses llevaba entre rejas, no lo pudo soportar, y decidió no volver a prisión a dormir, de la peor y más rápida manera: mediante la muerte. Respecto a su familia, nada puedo decir. No hay palabras de consuelo ante una tragedia como esa.

¿Revolucionarios o reformistas?, —me preguntaba Malatesta una mañana en el café—. Revolucionarios, por supuesto. Siempre socavando el poder, incumpliendo sus reglas, moviéndonos en las turbias aguas de lo prohibido, de cara a pasear la cabeza del Comerciante de Grano, en la picota. Caminar decididamente hacia el Gran Cambio empleando tácticas y estrategias adecuadas, y adecuar la conducta, a las ideas que se dicen propias.

El denominado a veces en la prensa “natural disaster”[1] de Fukushima, muestra cómo las cosas van viento en popa en el mundillo del capitalismo energético. Empezaron diciendo que las centrales nucleares habían resistido a un desastre inimaginable (a pesar de que los terremotos y maremotos existen).

Recibo una carta de un joven ilusionado, en la que me hace un canto a la vida que denomina primitiva, que era como más libre que la actual —dice el tío—. Afirma que la vida en el neolítico, antes del Estado, era plena, sencilla, sin complicaciones… ¿Salvo por los piojos tal vez?

En el cajón de los lubricantes genitales tenía la protesta de varios lectores, en torno a la mala fama que doy a las asambleas (1), y que teniendo en cuenta que el anarquismo procura el diálogo entre iguales… bla, bla, bla… Cierto que las asambleas son el signo de la igualdad colectiva y de la autonomía individual y grupal. Cierto también, que en la actualidad gozan de mala fama.

¿Por qué tenemos miedo a morir? Vamos a ver, hasta la tortuga más lenta, siente pánico y corre si percibe la muerte, así que es normal tenerle algo de jinda. Por eso la compañera Federica Montseny decía que era mejor estar vivo que muerto. Y el señor José de Entreríos, añadía que era preferible estar en la cárcel que muerto, motivo por el que llevaba el revólver bajo la blusa, cuando el piquete se enfrentaba a los esquiroles.

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