De todas las maldiciones con que me adornó el cabrón del Creador, como la indolencia, la apatía, el aburrimiento, el miedo, la credulidad… La peor de todas fue la empatía. La empatía me hace reaccionar ante el sufrimiento de los demás, comprendiéndolo y en cierto modo sintiéndolo, y además deseando no sentirlo, en definitiva, huyendo.