Sus artículos

Recibida la siguiente carta de una parada para su publicación, la transcribo sin recortes.

Las pantomimas del Servicio Andaluz de Empleo (SAE) y el derecho a la dignidad de los parados

La pregunta del millón: ¿saldremos de la crisis? Caray, qué sé yo. Yo solo soy un lagarto, y si los sabios, economistas y pudientes no saben cómo diablos salir de este enredo, ¿cómo voy a saberlo yo? Pero vamos allá. Lo que está claro es lo siguiente.

 

Malísimo, he estado malísimo. Se me abombó el pecho, comenzaron a salírseme las costillas, el corazón se me bajó al ano y los pulmones asomaron por la boca. Cuando comprobé la gravedad de mis síntomas, adopté medidas naturistas y homeopáticas. Pero tras tener una fiebre de cincuenta grados, impropia de un frío reptil, me acerqué al seguro, me dieron antibióticos y se me quitó todo al momento. Sean benditos los profesionales del seguro y su arsenal de fármacos.

Prudente ante la maldad, siempre pruebo mi merienda antes de comérmela para comprobar si está envenenada. En esta ocasión la precaución ha sido inútil, y alguna ponzoña de mis enemigos me tiene metido en el lecho tosiendo, tiritando, expulsando un líquido negro por los pulmones, espuma en el recto y cosas así de desagradables, desde el día 27 de diciembre. Apuntad la fecha. 

 

La muerte es un asunto que en la vida, no tiene mucha importancia. Mientras que hay cosas que repetimos una y otra vez, como qué sé yo, comer, dormir, defecar… Morir sólo se muere una vez en la existencia. Por lo tanto, no es para tanto. He visto ya tanta muerte, que aprendes que es cosa que siempre le pasa a otro. Pero en esta ocasión he tenido una importante molestia cardiaca, porque el muerto es Pedro Martínez. Mis condolencias a familiares y amigos.

Una huelga de trabajadores, que llevan liados ya un tiempo. El conflicto es el de tantos miles cuyo cuello descansa sobre el bujero de la guillotina. Una multinacional subcontrata servicios de una empresa, y se ahorra tener que discutir de condiciones laborales, derechos y salarios, cada vez peores. La ley protege la trampa, y jueces, gobernantes y policías se conchaban para agotar al pueblo obrero, que en este caso, ha decidido mostrar dignidad en la batalla. Qué voy a decir: bravo.

Ha muerto Kim Jon Il, el Amado Líder de la RPDC. La prensa de El Régimen (el nuestro) se ha despachado a gusto magnificando sus supuestas cualidades: bebía vino y licores, le encantaba comer bien, no perdonaba una cena, se las daba de play boy, era un apasionado del cine, diseñó monumentos, usaba alzas en los zapatos…

Esta mañana recibí la visita de una pareja de Testigos en la Comunidad Terapéutica. Insistieron en hablar conmigo, y les hice pasar a mi habitación compartida, donde tras saludarnos efusivamente, les mordí, mastiqué, tragué y defequé. Ahora mismo, son polvo de estrellas, o al menos gente con dudas. Y eso me ha hecho pensar en los milagros de Jesús, y cuál fue el más grande de ellos.

Sin noticias de Julián, me decido, tomo el autobús, y tras caminar los dieciocho kilómetros que hay desde la salida del pueblo hasta su choza, allí está, disfrutando del sol del atardecer, cociendo unas acelgas. El campo es su hogar, el agua es su bebida, el crepúsculo es su inspiración, las acelgas la cena. Nos saludamos.

Llegan esta semana tres preguntas de tres compañeras. Esta es recurrente, clásica: ¿Por qué a pesar de todos nuestros esfuerzos, a pesar de presentar nuestras reivindicaciones de manera racional, valerosa, atractiva, nuestras actividades atraen a tan poca gente? ¿Por qué las personas parecen creer más en abstracciones como Dios, la Patria o el Dinero, que en las personas reales que aman, viven y sufren? Ay… ¿Os han dado un revolcón militando? Ánimo.

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