A cuenta de esto, de lo otro y de lo de más allá, se plantean unos y otros la eterna cuestión: ¿es mejor cantidad o calidad?
Claro, la gente se organiza, y si llegan más de cien personas juntas al local, vemos que (en general) es imposible moverse, no hay quien entre en el servicio, y más de uno acaba con los callos pisoteados. Entonces alguien protesta y exclama contundente y enrojecido: “¡calidad, preferible pocos, pero de gran calidad!”.