Sus artículos

Me exige un tal…, bolchevicho, que deje en paz a los estalinistas (1) y que me dedique mejor a describir a los nazis. Vamos allá.

Primera idea: el nazi (fruto radicalizado de la democracia —otra utopía salvadora demierda—), en lugar de creer en el progreso, cree en la tradición.

Así que tenemos caracterizada la caricatura en trazos gruesos del estalinista (1), al que vemos como a un fanático con pinta de ulceroso. Este personaje, que piensa que para llegar al final ha de hacer lo que haga falta, carece de escrúpulos morales, no tiene remordimientos, es feliz como una hiena ante la carroña, y os voy a poner dos ejemplos para entenderlo.

A estas alturas del tema, he empezado a recibir en mi correo mensajes inquietantes. En concreto, me dice un nota que yo soy un rabioso anticomunista y un fascista burgués, un diletante mantenido por su papá…, y menciona que mi nula capacidad de análisis le hace vomitar… Joder muchacho, lo siento mucho. Cuando me leas te aconsejo que tomes media hora antes primperán, o que te pongas una bolsita al lado.

Quien esté siguiendo la serie de artículos que dedico al estalinismo (1), habrá pensado alguna vez… “¡Concho, ese es fulano!”, u “¡Hostias! ¡Eso pasa también en tal colectivo!”, o peor aún: “¡La leche! ¡Eso nos pasa a nosotros!”. Y así es. En mayor o menor grado, todos esos comportamientos autoritarios, tienen sus bases en otros comportamientos de miles de años de antigüedad. Lo que hace del estalinismo un fenómeno tan riguroso, es lo bien estructurado que está.

El comportamiento de los estalinistas puede ser rastreado en una serie de comportamientos (propios de los seres humanos) llevados a extremos insoportables. Para comprender esa sociología del terror que convierte en papanatas peligrosos a universitarios, a pescaderos y a hinchas de fútbol, no podemos quedarnos en la apariencia. Que describamos bien una ejecución, no implica que la hayamos explicado.

Siguiendo la serie de artículos dedicados al estalinismo, podemos resumir que el militante estalinista se encuadra en un partido proletario. Ese partido ha de ser la guía clarividente de los procesos de resistencia social para avanzar (1) y unir (2). Para guiar con certeza, el partido (intérprete científico de la realidad), tiene que depurar a sus miembros. El militante estalinista critica (3) con fundamento, toma las decisiones mediante el centralismo democrático (4). Y por si fuera poco, el militante tiene un destino histórico (5) que cumplir.

Me pide un usuario que explique algo de Trotski, en relación con el estalinismo. Pues el concepto que vamos a aclarar ahora (aceptado por Trotski), es el de Centralismo Democrático. El Centralismo Democrático es el procedimiento de toma de decisiones en un partido leninista (1), que se resume en lo siguiente:

He hablado de la Unidad (1), de Avanzar (2) y de la Crítica (3) en los partidos estalinistas. Estas tácticas de control del pensamiento y de la acción las emplea más gente. Pero lo que distingue a los estalinistas de otras ideologías es: a) lo brutos que son; b) el empleo de un lenguaje característico, lleno de palabras como “desviacionismo”, “científico”, “proletariado”, “revisionismo”, “praxis”…; c) la Misión Histórica, que es similar a la de Moisés por el desierto con los hebreos, buscando Israel.

Resumiendo un poco lo dicho hasta ahora, hemos hablado del concepto de Unidad, que para un estalinista se resume en “mis cosas que cuelgan”. Y hemos hablado del concepto “Avanzar”, que para el estalinista consiste en ponerse en la cabecera de la pancarta con la consigna que venda ese día el Partido.

Ahora os propongo hablar de la “Crítica”. Para un estalinista la crítica es buena cuando permite avanzar. Por ejemplo, si en la reunión de la célula se levanta Pufogovich y afirma solemne:

Siguiendo con los estalinistas (1), voy a comentaros lo que significa “avanzar” para esta rara especie.

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