He recibido peticiones desesperadas para que —visto mi éxito en diagnosis—, explique cómo hacer más llevadero un proceso asambleario, dado que —al parecer—, esos procesos devienen en discusiones cafquianas menos valiosas que el pijo de una lombriz. Vale. Os cuento.
Un fantasma recorre los conflictos sociales. Es el fantasma de las asambleas. Una angustia se percibe en ellas, similar a la de los asistentes a una misa cuando el cura abre la sesión, porque la palabra asamblea deriva del latín ecclesĭa, y del griego ἐκκλησία (iglesia): iglesia/asamblea. Tal cual.