Estaba por la mañana temprano, tan tranquilo sumido en mis pensamientos, en el bar, al lado del ambulatorio, que está muy cerca de la Casa Hogar, tomando café sin azúcar, cuando me ha interrumpido una voz: "Oiga señor, puede ayudarme?". Frente a mí, una mujer de etnia calé, más de cuarenta años, morena, con ropa de baratillo. Algo alterada, se dice de nombre Juana. La conozco de vista. Vende lotería, flores y ropa.