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En torno a la servidumbre voluntaria

Enviado por Acratosaurio rex en Mié, 18/09/2013 - 09:16

El problema de la población sometida que se vuelve apática y deja que le hagan de todo, surge una y otra vez en las conversaciones que mantienen los militantes sociales. Es como la canción del verano, que vuelve inapelable a machacarnos los oídos: "¿por qué los judíos no se rebelaron en las campos de exterminio? ¿Por qué los prisioneros no queman sus prisiones? ¿Por qué los pobres no hacen nada contra quienes les exprimen?

 

Pues porque la sumisión se aprende. Es una lección de todos los días. Los sicólogos de la conducta lo han demostrado en espantosos experimentos. Cogen a animales, los atan, les dan descargas eléctricas… Al principio el animal intenta morder, luego esconderse cuando llegan los del laboratorio. Pero poco a poco aprende que la resistencia es inútil, y se deja llevar a la mesa de la tortura. Y esta obediencia, deja marca. Tras una experiencia de ese tipo, pueden hacer con ese animal lo que quieran, y aunque pueda salvarse corriendo, no correrá. Esto es muy importante.

 

El experimento ha sido reproducido una y otra vez con seres humanos: la sumisión, se aprende y queda grabada en el cerebro, igual que la marca de una res. Ni siquiera es necesario que toda la población sufra tortura. El proceso de aprendizaje puede recaer sobre unos cuantos individuos seleccionados o al azar. Y si se hace patente y visible el proceso en forma de desapariciones, lesiones evidentes y relatos terroríficos, la población en masa adoptará no solo una postura sumisa, sino también colaboracionista. Ante el poder, la gente obediente se sume en la abyección más absoluta, y a cambio de una tableta de chocolate, o de una mera caricia en el lomo, denunciará a su vecino sin que se le estremezca un pelo. Si la ley lo permite, lo verá correcto. Los sicólogos, una vez más, han llevado a cabo experimentos que demuestran que si el sujeto es llevado poco a poco al huerto, y de manera paulatina le convencen de que lo que hace es correcto, acaba dando descargas eléctricas a gente que grita el "¡para por piedad!". Eran actores en la Universidad, pero es muy frecuente en condiciones reales en las fuerzas del orden.

 

Por lo tanto, para que la población caiga en la apatía, tiene que sentir indefensión, impotencia. Tiene que sufrir una derrota tras otra. Y tras ello, frases como "todo es inútil", "todos son iguales", "no me creo nada", se hacen sumamente populares.

 

Por ello es muy importante: ¡vencer! El pueblo necesita victorias, historias emocionantes, gente que supere al poder, que no se deje mangonear, que no sucumba a sus cantos de sirena, que no se integre en su red corrupta y asquerosa de palo y zanahoria. Así que cuando te sientas desfallecer, recuerda que nunca, jamás debes darte por vencido, jamás debes tirar la toalla, porque si a ti te derrotan, la cuerda de prisioneros se hará más fuerte, y nuestro destino colectivo, muy oscuro. Lo que es de uno es de todos, lo que es de todos es de nadie, lo que es de nadie es de uno.


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