Un feliz y sano escepticismo
Decía Brassens en una de sus canciones (1), tras enumerar una larga lista de cosas en las que no creía, que él era un escéptico desencantado, porque –al fin y al cabo–, a él le gustaría creer y ser feliz. En mi caso, tengo la buena suerte de ser un creyente desencantado. Estoy feliz de ser como soy.
Contemplo con curiosidad, cómo la gente se cree las exageraciones más brutales, como esa de que si cometes pecado, Dios –que te ama–, te torturará a conciencia. Esa sí que es una buena historia. Ahora bien, en el ámbito político no se está a salvo de esas creencias. Todo lo contrario, los prejuicios campan sus respetos… Y no digamos cuando algunos de mis compañeros anarquistas más conflictivos, prometen que en la anarquía todo irá como una seda. Viendo cómo maniobran entre conspiraciones, principios intangibles y declaraciones volcánicas, rezo para que el día en que empiecen los tiroteos sean los primeros en morir gloriosamente. Pero vamos al lío que no trato de criticar a los anarquistas. Un ejemplo de credulidad.
Hay quienes afirman que las Torres Gemelas fueron demolidas con explosivos por el propio Estado Americano. Y muestran como “prueba” una serie de vídeos, el testimonio de ingenieros y arquitectos, y las declaraciones de ex-agentes de la CIA. Rechazan a su vez los informes de ex-agentes de la CIA, de ingenieros y arquitectos vendidos al poder.
¿Cuál es mi consejo? Que te pongas en el lugar del terrorista. Si a mí me encargasen destruir las torres, ¿yo cómo lo hubiera hecho? Meter una cantidad ingente de explosivos en dos edificios vigilados, acceder a la estructura del edificio cortando, rompiendo, serrando, tirando cable, poniendo dispositivos durante un par de semanas ante la curiosa mirada de los seguratas, personal de mantenimiento y oficinistas, y colocar las bombas planta por planta… Se me antoja una tarea del copón. Pero además sincronizar con el choque de dos aviones gordos de pasajeros, y que el colapso se iniciase en los puntos de impacto… Eso sería la obra de Gru aliado con los Minion. Los que piensan que eso puede hacerse, y que muestran como evidencias ecuaciones y cálculos científicos… No tienen ni idea de logística. Así que llegado a ese punto, me entra la risa. Y los que digan que las Torres caen en caída libre… Oye, coge un cronómetro, mide y verás que no caen en caída libre. Pero vaya, que es inútil, ya lo sé. La credulidad es invencible. Pero por mí, que no quede.
La madre de la estupidez, siempre está embarazada. Proverbio afgano. Lo que es de uno es de todos, los que es de todos es de nadie, lo que es de nadie es de uno.
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(1) La canción de El Escéptico de Brassens, toda una declaración de principios del escepticismo, dice más o menos así:
El escéptico
Haciendo como Cioran, escéptico muy notorio,
declaro, fatigado, del todo desengañado,
que deseo ir por el mundo con un solo accesorio,
un cartel que siempre verán colgado de mi cuello:
“Yo no me trago nada, todo me parece irrisorio”.
Dios, diablo, paraíso, infierno y purgatorio
los buenos recompensados y los malos castigados,
y el cuerpo de Dios en el cáliz, presente pero incorpóreo,
y el vino que se transforma en sangre, y los aceites consagrados...
“Yo no me trago nada, todo me parece irrisorio”.
Y la buena ventura, el arte adivinatorio,
las cartas del tarot, las líneas de la mano,
la llave de los sueños y el péndulo oscilatorio,
los astros que indican qué pasará mañana...
“Yo no me trago nada, todo me parece irrisorio”.
Las pruebas indudables, lo que es más perentorio,
los testigos dignos de un crédito patente,
y los buenos tratos durante un interrogatorio,
y las confesiones espontáneas...
“Yo no me trago nada, todo me parece irrisorio”.
La prisión, el cadalso y algún otro exutorio,
y la eficacia de toda condena a muerte,
y el criminal armado de un deseo expiatorio,
que siente remordimientos para llegar a un buen puerto...
“Yo no me trago nada, todo me parece irrisorio”.
Sobre la tumba, todo discurso exclamatorio,
aquello de “Era un buen hijo, un buen padre, un buen marido.”
“Era el mejor de todos, también el más meritorio,
"un santo, un pedazo de pan, el alma más noble"...
“Yo no me trago nada, todo me parece irrisorio”.
Aquellos que hablando seducen al auditorio,
y hacen que llore y grite con esperanza y miedo,
y los mil cuentos de cualquier repertorio,
y los muertos siempre necesarios para un mañana mejor...
“Yo no me trago nada, todo me parece irrisorio,
pero envidio a los que se lo meten como un supositorio.”
Disponible la traducción en http://www.cancioneros.com/nc/14747/2/el-esceptico-georges-brassens
Cantado por Jean Bertola en: https://www.youtube.com/watch?v=RkYbGCQj5iY
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Comentarios
Creyente no tan desencantado...
¡Ojo!, acrato, que est vez nos estás (consciente o inconscientemente) engañando con eso de que eres un "creyente desencantado" que está "feliz" de ser como eres...
Estás haciendo lo mismo que aquél que dijo: ¡"sólo sé que no sé nada"! Pues algo sabía... ¿no?
Así que no tan "desencantado" puesto que no lo estás de tí mismo.
Por cierto, ese proverbio afgano, en México se dice así: "la madre de la pendejada siempre está preñada"
Un abrazo
El Sócrates ese, con el "solo
El Sócrates ese, con el "solo sé que no sé nada", no solo estaba diciendo que él sabía algo, si no que encima, todos sus contemporáneos eran unos cretinos ya que ni siqueira sabían eso. De ahí que vea positivo que un jurado democrático le condenase a muerte. Por borde.
Cuidado con los "jurados"!
Espero, querido acrato, que no te pase lo mismo que al socrates; pues ya sabes cómo son los de los jurados ideológicos, incluyendo los anarcos...
Mientras tanto, salud y humor
A diferencia de Sócrates, yo
A diferencia de Sócrates, yo contrataría a un abogado. A ser posible, de pago. Cualquiera se fía de uno mismo, viendo la defensa de Sócrates. Prácticamente estaba pidiendo que le ejecutasen. Cualquiera se fía, en fin, de un jurado democrático y popular.