
Ahora que está acabando 2022, me gustaría hacer una reflexión sobre coherencias, principios, finalidades y todas esas cosas.
La coherencia sería una norma de acción: hacer lo que se dice; los principios serían lo sagrado; las finalidades pues serían… yo qué sé, pues el final de todo, como la muerte o algo así. Eso es. Ahí va. Lo de las finalidades me queda claro, por lo tanto.
Lo de la coherencia es más difícil. Pensaba que era algo de herencias compartidas, y cuando murió el padre del secretario fui a por mi parte, pero no. Me lo explicó con paciencia. La cuestión es que hay que hacer lo que uno dice para ser coherente. O sea, que si no dices nada… ¿eres coherente? Más vale estar callado por lo tanto. También a veces me explican que si crees en algo, para ser coherente tienes que cumplirlo. Si no lo cumples, no eres coherente. Eso me dicen los anarquistas más conspicuos.
Por ejemplo, si no creo en la política, no puedo votar, porque estaría creyendo en los políticos, pero… ¿Y si voto y no creo en los políticos? Yo recuerdo que una vez comulgué en una boda, porque por despiste en la Iglesia me puse en una cola, llegué donde el cura y por puro corte me tragué la hostia, así como mi sobrina que iba de mi mano y no había hecho la comunión. Es decir, que comulgué y seguí sin creer en los curas… Yo diría que fue coherente en mi caso. En el de mi sobrina no sé, porque se cogió un cabreo conmigo que no veas, porque decía que había visto al Santo Espíritu. ¿Y qué pasa entonces con toda esa gente que no cree en los políticos y vota, porque es lo que hay, o por coger las horas del trabajo?… ¿Y los abstencionistas que creen en los políticos pero no votan porque ese día tienen que ir a la playa? ¿Y los millonarios que no creen en la política, y por lo tanto no votan, son coherentes? Pues vaya mierda que es la coherencia.
En fin, que es complejo eso de la coherencia, tal como lo explican los anarquistas, no le veo ningún sentido. No me convence. Porque –por cierto– una vez que voté por ver qué se sentía, y otra vez que voté por un amigo al que no le votaba nadie, inmediatamente mis amigos anarquistas me dijeron que había dejado de ser anarquista. Son cosas extrañas, la verdad. Dicho sea de paso, es cierto que en esas dos ocasiones que voté por ver cómo era eso, anarquista no sé si dejé de serlo un rato (ya no hubo más elecciones en unos años), pero sí que me sentí como un gilipollas.
Lo de los principios sí que parece como más claro. Son los comienzos de lo que sea. Yo tengo mis principios…, en el día de mi nacimiento. No recuerdo ni el pijo de eso, pero por lo que me dicen, fue un episodio más bien mucoso y sangriento. Mi madre chillando en casa dos días. Hasta la matrona usó un fórceps que me dejó un bollo en la coronilla. Así pues, no quiero ver mis principios ni en pintura.
Entonces… ¿qué es para mí el anarquismo? El anarquismo es la expresión pura del «haz lo que quieras, y no lo que debas, si puedes». Ojo, eso es para mí. No quiero decirlo muy fuerte, lo hago aquí en secreto, porque si no luego empieza la gente a imitarme, y eso menoscaba mi originalidad.
Por eso cuando me vienen con películas de coherencias, principios y finalidades, siempre les respondo que el día que los anarquistas hagan un Congreso Mundial, y establezcan una lista de deberes y obligaciones necesarias para ser anarquista, a mí por lo menos me tendrán como disidente. Que esto de la anarquía, yo me lo tomo muy en serio.