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Sobre cargos anarquistas y sus perversos devaneos

Enviado por Acratosaurio rex en Mié, 30/06/2021 - 11:01


Los comités anarquistas trabajan sin descanso

Hoy vamos a hablar nuevamente de comités anarquistas y de cargos anárquicos. Establezcamos la premisa: si alguien os cuenta que antiguamente, en un pasado reciente o lejano, los comités funcionaban bien, la gente debatía con respeto, y se tomaban por consenso las decisiones, puedo declararos rotundamente que es men-ti-ra. El que cuenta esas cosas, o es más mentiroso que Pinocho, o no se entera de la misa la media, o –sencillamente– es un manipulador sin escrúpulos. Eso es así. Os lo explico otra vez: el pasado fue una mierda; el presente no es más que el pasado del futuro, o sea, otra mierda; y el futuro será el pasado de un futuro aún más lejano, así que lo mismo digo. Y vamos pues a lo de los cargos del presente.

Cuando tú nombras a alguien de portavoz (en adelante cargo), y le das unas funciones, ese personaje se ve obligado por el encargo que tú le has dado, a llevar a cabo múltiples gestiones, desde que lo nombras hasta que lo vuelves a ver. Suponiendo que se haga una asamblea al mes, y es mucho suponer, entre asamblea y asamblea, ese ente está haciendo y deshaciendo a su antojo. Tú puedes haberle dado instrucciones muy concretas, que es mucho decir porque la mayor parte de las veces, las instrucciones son ambiguas y generales. Y probablemente se te olvide hasta lo que has decidido. O simplemente, puede que tengas que trabajar hasta las tantas y te vayas a la cama en lugar de a la asamblea… Puede que de camino al local, te encuentres con Margarita a la que no ves desde hace cinco años… Ahí va. 

Así que la función teórica de control del comité, agotadora, es de dudoso cumplimiento. Por no decir que si muestras un exceso de celo, lo mismo te dan a ti un cargo, que eso sí que puede ser una maldición.

Por su lado el cargo electo, tiene sus propios devaneos. Ocurre que cualquiera que se haya visto en la tesitura de llevar adelante el mandato asambleario, se da cuenta de que tiene que cambiar los planes sobre la marcha, ya que las circunstancias, los recursos, los imprevistos, desvían siempre el curso de los acontecimientos. El cargo entonces, o bien improvisa, o no hace nada (que es una manera de hacer algo). El caos es la norma. Así que el cargo elegido obra por su cuenta en el ejercicio de sus funciones, siguiendo la nebulosa línea programática establecida por gente a la que ve no más que de cuando en cuando. Y pasa un mes, o pasa un año.

Ahora llega el momento de rendir cuentas a la asamblea. Evidentemente el que informa es el cargo, que es el que conoce qué es lo que se ha hecho, y el que selecciona lo que dice o deja de decir. Él suele elegir el día, la hora, el sitio. Y unas veces por cuestiones de seguridad, otras veces por olvido, y otras veces porque le da la gana, los cargos establecen en su discurso las justificaciones en torno a sus actividades, procurado que se parezcan de alguna manera a lo que se espera de ellos o de ellas. ¿Qué es lo que haces tú?

Pues depende de la confianza que tengas en ese personaje. Si para ti es digno de confianza, apruebas su gestión sin mayores preocupaciones, aunque haya llevado a los tribunales al grupo opositor, tal como sucedió en los años ochenta del siglo XX, cuando los anarquistas más anarquistas del mundo plantaron ante el Tribunal Supremo a los anarquistas menos anarquistas del planeta, para dirimir cuestiones de siglas y dineros. Y a todo el mundo (menos a los que perdieron) les parece bien. 

Por el contrario, si piensas que el cargo es un traidor que intenta destruir el anarquismo llevándolo a las putrefactas aguas del reformismo más conspicuo, seguro que encuentras mil motivos para liarla parda, ya que, como te digo, no hay comité por muy anarquista que sea, que funcione bien. Y te va a dar igual a la hora del conflicto eterno, que el tipo o la tipa haya perdido su tiempo, su dinero, sus oportunidades de ser feliz, o un trozo de genitales en la carga del astillero, porque esa persona, carente de prestigio, lo que se merece es ser catapultada a algún desierto inhóspito donde quede sepultada por el olvido y a ser posible, por un saco enorme de ladrillos envenenados con pis de gato.

En esto de los comités, por mi experiencia secular, declaro solemnemente, que cuando se manifiesta que un comité funciona muy bien, normalmente es porque no hace nada, o porque es de tu cuerda. Y en lo que a mis preferencias se refiere, siempre deseo que algo funcione mal y haga algo bien, a que funcione muy bien y lo haga todo mal. Es una paradoja que se resume en esto: si no quieres quejarte de lo que hace el comité, no tengas comité. Y si lo que elegiste es un desastre, fue tu culpa, y espera sentado a que pase su mandato, que es más descansado.


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