Bueno. Pues por diversas circunstancias, hace años me vi metido en el fregado de apoyar a una persona trans-hombre (le acompañé a operarse), a quien la familia había dado de lado. Esta persona tenía la pinta de un albañil moreno, nervudo, bajito, delgado y con barba, parecido a Nick Cravat en la peli de El Temible Burlón. Lo conocí en un gimnasio, y me llamaba la atención que siempre fuese con bañador a la ducha. Parecía solitario. Empezamos a hablar, y así hicimos migas, y un día…, me lo contó mirando a todas partes, en voz baja, que soy un transexual. Me dejó sorprendido, porque tenía una pinta de tío, que te cagas. Y porque la imagen que tenía de un transexual era la contraria, alguien que siendo varón se transforma en mujer.

Yendo al grano, lo que me tenía más perplejo, era la insistencia de esta persona en operarse los ovarios y el útero, cuando son "órganos que no se ven". ¿Qué más te da? –le decía. ¡Si estás genial, nadie lo nota! ¡Si no tienes ya ni la regla! Y la respuesta era que –tú no lo puedes entender, so cabrón. Tengo que quitarme "eso" como sea–. Y era muy curioso, porque útero y ovario no los quería, pero operarse para ponerse un pito no le cuadraba, ya que –me explicaba– la cirugía de la polla daba muy malos resultados, y "mejor quedarse con coño que con colgajo". 

Lo cual me hacía cavilar, porque se dice de continuo, que el sexo es objetivo, es decir, lo determinan unos órganos sexuales concretos, que hacen que una mujer sea mujer, y un hombre sea un hombre. Y que el género (masculino o femenino) es algo que construye la cultura en la que se vive. Pero… ¿Si los órganos del sexo "no se ven" –reflexionaba–, cómo puede alguien que no tenga un informe médico, afirmar que una persona tiene –por ejemplo– útero y ovarios? Hay mujeres que además tienen muy poco pecho, o incluso menos que yo, que de siempre he tenido unas tetas curiosas. Es más, las mujeres a las que se les hace una histerectomía y mastectomía profilácticas, lo que se llama "un Angelina Jolie", siguen siendo mujeres. Una mujer que tenga un cáncer de vulva y a la que se le extirpa la vulva, y como vulgarmente se dice, se deja hueca, sigue siendo una mujer… Y mirando a mi amigo pensaba en mí mismo y me preguntaba… ¿Un tío al que se le corta la polla, sigue siendo un tío? ¿Y este pavo que tiene vagina es un hombre? ¡Joder, la hostia en vinagre, qué complicado es todo!  En fin, que para mí era una comedura de coco, porque aquella persona, con la que tomaba cervezas (muchas), montaba en bici (cientos de kilómetros), y paseaba al perro (enorme), era un varón, con su vagina, su útero, sus ovarios y su cromosoma XX. Flipante. Para mí era flipante. Era 2010, vaya.

Y por eso llegué a la conclusión de que: primero, que eso de que el sexo es biológico y objetivo, y que el género es lo que en una cultura es ser hombre o mujer, es un grave malentendido. Porque el sexo biológico existe, sí, pues claro que sí. Pero en cuanto miramos a una persona (y normalmente no vamos a ver su cromosoma XX) la clasificamos de forma cultural en una centésima de segundo; y segundo, que si bien sentimos que somos hombres, o que somos mujeres, nadie sabe dónde cuernos reside la masculinidad o la feminidad. Nadie. No está en los órganos sexuales, no está en las mamas, no está en las hormonas, no está en el culo… Puede que esté en todas partes de una persona. Yo no lo sé. Pero para mí, puedo equivocarme, sexo y género vienen a ser la misma cosa, cuando la gente del común habla de ello.

Y otro día sigo, si tengo ganas y tiempo, y cuento la operación cómo fue.