Bueno, he mirado por encima lo que ha pasado por ahí, y los periódicos destacan la caída en la participación a poco más del 50%, que es más o menos lo que se viene despachando en esa región de Europa cuando la gente se hastía de la película tan mala que ofrecen a diario los políticos de esto y de lo otro, que ya son difíciles de distinguir, así que tres hurras por los votantes, que aún tienen el coraje de votar sin que les sangren los ojos. Por un lado la abstención ya sabemos que no vale para nada, y por otro lado sabemos que modifica el mapa político beneficiando -dicen- a la derecha. Por ejemplo, en las elecciones anteriores, las del 155, la participación fue masiva, el electorado se movilizó porque parecía que si no se votaba iba a pasar algo. Y, efectivamente, no pasó nada. Ganó la derecha con el apoyo de la izquierda, y todo siguió tan aburrido como siempre y con alta participación. ¿O alguien es capaz de explicar qué cuernos han hecho en estos dos o tres años sus señorías, o como se diga? ¿Qué grandes proyectos han realizado por el bienestar del pueblo? No sé. Para mí es un misterio.

Porque el otro misterio que asoma en las interpretaciones de los hechos, es que ya no se habla de derecha ni de izquierda, si no de independentistas y constitucionalistas. Chúpate esa. Se acabó en el Parlamento la lucha de clases, que ahora lo que hay son clases de lucha. Lucha de boquilla, porque si al menos hicieran Kung Fú o tuvieran superpoderes, o pegaran saltos escalofriantes, darían espectáculo. Es decir, que aunque hablan y hablan de la pandemia y de los pobres y todo eso, esos cabezas de chorlito se tiran los trastos (es un decir) ante una masacre de 82.000 viejos que la han palmado, y con medidas que han llevado a la miseria a más de dos millones de familias que se las ven y se las desean pa comé. Y no paja ná.

Ah, y en el bloque independentista hace causa común la extrema izquierda con la derecha... Y en el bloque constitucionalista meten a la extrema derecha con la izquierda. O sea, digo yo... ¿Hay alguna prueba más evidente, de que desde la extrema derecha, a la extrema izquierda, todos los políticos son iguales, salvo por la identidad nacional, que nadie es capaz de explicar bién qué rábanos es? Hombre, o mujer, claro, tú le dices eso al del Partido X, y echa espumarajos por la boca sin excepción, porque hay diferencias. Lo cual es un signo de identidad compartida parlamentaria, en donde apretones de manos y abrazos de unos y de otros, y espumarajos y salivajos se entrecruzan en un teatrillo en el que cada cual está a verlas venir. Yo diría que el problema de la identidad política se concreta en lo siguiente: la diferencia dentro de la iguadad. Que viene a ser la traducción moderna de la unidad en la diversidad. Y a vivir que son tres días, que Cifuentes es inocente.