Juicio a Nuria Zurita en Plasencia, por haberse negado a participar en una mesa electoral. Con pavorosa majestad el Estado le reclama 2.400 euros a la insumisa. Claro, hay que dar un escarmiento, porque lo mismo si no pagase a los miembros de las mesas cincuenta euros, y no se multase duramente a los transgresores, el día de las elecciones no eran capaces de abrir los colegios electorales. Recordemos que ese tenderete se organiza para crear diputados (no vienen de Marte)… Y si se piensa despacio, lo mismo mucha gente se quedaría en casa antes de colaborar con las mesas, de no ser por los estímulos positivos (dinero) y negativos (multas).
Terca como una mula, escasamente pragmática, insensible a la necesidad de colaborar, sorda como Ulises ante los cantos de sirenos, Nuria se niega pertinaz a declararse culpable, afirma su inocencia. Y llevará el caso a donde haga falta, no por la multa, si no porque es inocente. Bien, caramba. Ahora deberían hablar los que defienden el voto diciendo, "vale, muy bien ¿pero qué consigue Nuria?" Ay.
Es curioso que quienes dicen que la abstención no vale para nada, no se den cuenta de que el Estado se gasta una millonada en conseguir que entre la mitad y dos tercios del electorado vote. De no ser por la propaganda… ¿Cuánta gente votaría? Pero no solo se hace publicidad. El Estado también tiene que castigar a quienes afirman que el mitin no les gusta. ¿Por qué? –me pregunto–. Si la abstención es tan inocua, tan irrelevante, si no vale para nada, ¿por qué se empeñan en que vote la gente que no votaría?
¿Cuánto costaron las elecciones? Pues en 2015 dice el periódico ABC que las Administraciones Públicas gastaron 317 millones de euros en "citas electorales". Y repetir las Generales costaría otros 160 millones de euros. Y a ello habría que sumar los aproximadamente 30 millones de euros (declarados) que gastaron los partidos en hacer campaña para que les votasen en esa última cita que no se ponen de acuerdo. Con lo fácil que sería que la izquierda vote a la derecha, como en Cataluña. Por comparar, el Senado cuesta solo cincuenta millones al año.
Es más, con esto de la regeneración política, ¿cómo es que ningún partido electoralista lleva en su programa el eliminar esos tipos de castigos para los insumisos por motivos de conciencia a las mesas? ¿Qué dicen los electoralistas en torno a estas represalias políticas de las que son cómplices? No escucho nada. Silencio.
¿No es sospechoso semejante potlacht? Pero bueno, ahí están los resultados, y lo que han ofrecido –de momento– los representantes electos: una buena bronca por los mejores asientos, y un amplio debate sobre la presencia de un bebé en la Cortes.
Lo más democrático del Congreso: la cafetería. Nuria Zurita, a juicio la llevarán, pero culpable no será. Lo que es de uno es de todos, lo que es de todos es de nadie, lo que es de nadie es de uno.