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De la burla y la catarsis

Enviado por Acratosaurio rex en Jue, 29/10/2015 - 20:10

Alguna que otra vez, me preguntan que por qué hago esas burlas al anarquismo, que pareciera que soy más de otro bando que de este. Bueno, es que a mí es que me gusta burlarme de lo más sagrado sin sentimiento de culpa, recibiendo además la condena del colectivo. Es una especie de masoquismo, que me incita a invocar el asco de los feligreses.

 

Por eso yo soy adominista, ya que opino que el comunismo libertario generaría una dictadura asamblearia insoportable. Y eso se ve en la política prefigurativa que generan sus adeptos, que exigen que el comunismo libertario se cumpla hoy día. Periódicamente ocurre que uno está tan tranquilo, y viene quien sea con una pavorosa bandera negra a exigirme cumplir los principios tácticas y finalidades del comunismo libertario. Vale muy bien, pero…, ¿puedo seguir comiendo sopa?

 

Y es que toda esa dialéctica de los principios me recuerda mucho a la del ejército. Veréis. Yo hice mi pequeña contribución a dos ejércitos regulares, uno fascista y otro comunista, ambos muy parecidos. Es una larga historia. En el fascista, la cosa era más o menos así: diana; desayuno; cargar leña con la mula; llevarla a la cocina; limpiar la mula y la cuadra; echar un sueñecito sobre la paja; formación política; almuerzo; dormir otra siesta en la paja; llevar leña a la cocina con la mula; la merienda; el baño; cenar, masturbación; y a dormir con la mula. El programa era tan apretado, que solo con grandes esfuerzos por mi parte (eliminando el baño) conseguí aprender el arte de disparar ametralladoras, tirar granadas y hacer emboscadas. Como no nos daban munición, tenía que hacer yo los efectos de sonido. Ratatatatatatá ¡Bum! Practicar con el hacha y los troncos de leña, tampoco gustaba. Mis alaridos ponían nerviosos a los oficiales.

 

En cambio la formación política… Ostras tú. Te llevaban al campo, y allí el alférez instructor nos deleitaba con un rollo de aúpa: “cualidades morales del guerrero”. Luego pedía el instructor que participásemos, y de manera indefectible, ineluctable e inexorable, algún trepa recitaba sin ni una palabra propia, otro rollo más mortal que mis lanzamientos de bombas a deshora. Bueno, pues a ese tipo le hicieron sargento, mientras que a mí solo me licenciaron como cabo.

 

Y lo digo, porque esos compañeros que invocan los principios del comunismo libertario, me recuerdan al instructor de cualidades morales de la mili. Como que es mucho mejor a la hora de la verdad, saber manejar el armamento sin tanto principio. Y lo demostré el día que estalló el arsenal, ya que mientras los demás estaban pasmados intentando reaccionar al fuego de metralla, yo solté la leña, me subí en la mula y en menos que canta un gallo estuvimos los dos a buen recaudo, a lo menos cinco kilómetros del peligro. Y es que en adominismo circular, la praxis es la teoría, y la teoría la praxis. Lo que es de uno es de todos, lo que es de todos es de nadie, lo que es de nadie es de uno.


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