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Las liberaciones como forma de participación del pobre en un movimiento social como Dios manda

Enviado por Acratosaurio rex en Sáb, 12/09/2015 - 10:21

El problema de las liberaciones, claro. Liberar es una palabra que está muy clara para un anarquista, ya que queremos liberar de las cadenas, o algo por el estilo. Y yo no puedo estar en contra de la liberación, claro que no. El problema planteado es que hay que favorecer en los cargos a personas menos favorecidas, precarios, buscavidas, parados sin prestaciones, amas de casa…, para que alguna vez puedan militar con desahogo.

 

Sí. Hay quien piensa que en los movimientos sociales actuales, las liberaciones beneficiarían a aquellas personas que por su pobreza material y cargas económicas están al margen de la militancia. Sí. A mí siempre me ha llamado la atención, que ni un solo obrero manual activo, ni uno solo, haya sido colocado en lo alto del escalafón piramidal. Los liberados actuales de partidos suelen venir de Trabajo Social, de Humanidades, de Derecho, del seminario o de los jesuitas, con el diploma de licenciado o de doctor. Busco con la linterna a pleno día a algún parado que venda papeletas rifando un salchichón, y no, no está liberado.

 

Hay otra cuestión. Si queremos elevar a la acción militante a personas que están ajenas a ella por culpa de sus limitaciones materiales… ¿A cuántos tendríamos que liberar? Los pobres son muchísimos, así que para elevar la participación, liberar a uno solo de ellos, no parece buena idea. Esa persona tendría que desarrollar una estrategia para integrar a precarios, parados sin ingresos y amas de casa en el movimiento social. Y se preguntaría el “¿Cómo?”. Liberando a alguien más, pienso yo, hasta que todo el mundo fuese un liberado.

 

Y es que además, ¿quién domina la organización? Si son estudiantes y funcionarios bien alimentados, la asamblea acabaría liberando a un estudiante, a un parado con prestaciones, a un trabajador con derechos, o a un funcionario grasiento… No. No me satisface. 

 

Pero supongamos, que es mucho suponer, que en una organización de militantes funcionarios, estudiantes, trabajadores sindicados y con derechos, estudios medios y superiores, vacaciones… Decidieran liberar a alguien sin recursos, con cargas y precario, de cara a abrir la organización a ese grupo de dominados…

 

Yo, si tuviera con qué liberar a alguien, liberaría con un buen sueldo, vacaciones y seguridad social, a a una mujer mayor, con sangrado de matriz, soltera, de tendencias invertidas, hijos y nietos a cargo, analfabeta, gitana, rumana mestiza, idioma incomprensible, sin DNI, con vivac al lado del río, y que se dedicarse a recoger chatarra, ya que esa mujer es para mí la imagen santa y viva de la Anarquía. Y así, cuando un estudiante entrase en el centro social, y preguntase el “¿quién es esa?”… Podríamos decirle sacando pecho, “¿Esa? Esa, muchacho, esa es la que milita”. Lo que es de uno es de todos, lo que es de todos es de nadie, lo que es de nadie es de uno.


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