Salomón Goldstein (1), en el año de la pera, decía que la Autoridad era admisible, cuando se trataba de conocimiento y habilidad. “En materia de zapatos –venía a decir–, consulto a un zapatero”. Pero establecía la siguiente cláusula de salvaguarda: “la decisión final, la tomo yo. Dios, solo opina”.
Ahora bien, ¿qué pasa cuando el especialista deja de ser el dios zapatero, y adquiere cada vez más campo de maniobra?
Los especialistas, poseen el poder del conocimiento. Y toda posición de poder, permite controlar el cotarro en su ámbito de influencia. Un hábil siquiatra pueden dominar a sus pacientes de tal manera, que una mujer piadosa puede encontrarse manipulando los genitales del sujeto en la camilla freudiana, sin saber explicar cómo llegó ese señor a ponerse ahí encima, siendo ella como es…, cristiana y lesbiana. La Autoridad aprovecha, oh sí, tu vulnerabilidad, tu dolencia, tu ignorancia, para abusar de ti. Ahora bien, si ese especialista en lugar de llamarse Pepe Pérez, siquiatra de renombre, se llama “Presidente del Gobierno”, “Consejero de Banca” o “Director General”, la cosa cambia de manera espectacular, porque si algo va mal, se pasará por la piedra a millones de personas.
Porque en política, los especialistas poseen características especiales: siempre tienen respuesta a todo. El programa prevé las soluciones a cualquier problema que se les plantee. Pero yo digo que una persona que asegure que sabe resolver cualquier cosa, muy probablemente sea un farsante. Pensadlo un poco. Hemos llegado hasta aquí, y padecemos enormes problemas. ¿Quiénes han llevado el mando? Los especialistas: adivinos, sacerdotes, guerreros, aristócratas, licenciados, burócratas, usureros, catedráticos, funcionarios de alto nivel, tecnócratas y sabelotodo… Con programa De Mierda. Y la otra cualidad que les diferencia del zapatero, es que tú no puedes pedirles consejo para decidir. Esa potestad se la arrogan ellos. Y, al fin y al cabo, todos esos tipos comparten los mismos intereses. Defienden el imperio de la Ley, el cambio hecho desde la propia Ley y, en última instancia, el Status Quo. Que no sé lo que es, pero suena muy bien.
Por eso recuerda, ahora que vendrán las elecciones. Van a pedirte el voto hasta el hastío. Por algo será que esa agrupación de políticos tiene tanto interés en que les elijas, precisamente a ellos.
El castillo sigue en pie, y sus nuevos especialistas, a los que habrás dado la llave, acabarán poniéndote la bota en el cuello. Y dirán –suavemente– que es por tu bien, que lo sienten mucho, pero que no pueden hacer otra cosa, porque otros lo harían mucho peor que ellos. Algo que, científicamente hablando, es imposible comprobar. Lo que es de uno es de todos, lo que es de todos es de nadie, lo que es de nadie es de uno.
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NOTA
(1) El especialista encargado de las alpargatas en la Columna Durruti.