De forma tradicional y dogmática, los anarquistas hemos estado en contra del Poder y de la Autoridad. Pero hay discusión en torno a si realmente podemos oponernos a todo poder y autoridad.
Un argumento empleado, es linguístico. El Poder no es solo violencia; la Autoridad no es solo imposición. El poder es: poseer capacidad. La autoridad es: tener conocimiento de una materia específica. Por tanto, no podemos estar en contra de la capacidad de obrar, y no podemos cuestionar la destreza de un especialista.
Bueno, entonces –sugiero– tampoco podemos estar en contra del Estado, ya que el Estado es también: el participio del verbo estar; la situación en que se encuentra alguien o algo; la condición a la cual está sujeta la vida de cada uno; o el modo de agregación de las moléculas de un cuerpo. ¿Quién podría estar en contra del estado líquido del agua?
Los que defienden que el Poder y la Autoridad son admisibles en determinadas circunstancias, prefieren emplear la palabra Dominación para referirse a la represión. Pero es que la palabra dominación también refiere: a los espíritus bienaventurados que componen el cuarto coro angélico; al efecto de dominar… Y dominar es: conocer bien una ciencia, un idioma, un arte como el de la masturbación… La dominación, viene a ser lo mismo que la autoridad. Y, ¿quién podría oponerse al cuarto coro angélico?
Mi opinión: hay gente de tradición autoritaria, que consideran el Poder y la Autoridad buenos, cuando los ejercen ellos y sus amigos. Cuando hablan del poder del pueblo, en verdad se refieren al de ellos mismos.
Por otro lado, hay gente de tradición libertaria, que defienden esta idea del Poder como algo no necesariamente malo, porque les proporciona un marco teórico, de cara a implicarse con los movimientos sociales y con otras tradiciones ideológicas de izquierda, insistiendo en el programa de acción concreto y en la organización de las masas.
Personalmente, creo que esos libertarios hacen una concesión excesiva a los amantes del Estado. Para los estatistas, el premio gordo es el Gobierno, y el entramado de organizaciones populares solo es tolerable, en la medida en que apoye al Gobierno popular.
Respecto a esto, hay un problema no resuelto: que los gobiernos de izquierdas, a lo largo de la historia, no más conquistan el Estado, crean una nueva clase social, una nomenklatura, que queda separada de lo que es el pueblo y sus intereses.
No tengo nada que objetar a que un indio boliviano y pobre, se convierta en funcionario y legisle en favor del obrero. Me alegro por él y su familia. Pero pienso que el problema del Poder y de la Autoridad, no lo resuelve la adopción de esas palabras dándoles otro sentido. Por ello me parece, que alguien debiera de estar, por si acaso, contra todo poder y autoridad. Lo que es de uno es de todos, lo que es de todos es de nadie, lo que es de nadie es de uno.