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De redes y clientes

Enviado por Acratosaurio rex en Sáb, 30/05/2015 - 22:56

Una cosa que tienen las elecciones, es que no se acaban nunca. No más se eligen los candidatos, vienen los recuentos, las recuentas, y más cuentas y cuentos. Uno de mis amigos, celebra los resultados, ya que ha apoyado a Podemos, y su franquicia municipal ha sacado varios concejales en su pueblo. Y me dice que ahora van a dedicarse a destruir la red clientelar, y no van a pactar con la casta. Y mi respuesta, un tanto estoica, un tanto cínica, es que…, ¿cómo van a pactar en ese pueblo, si resulta que el PSOE ha vuelto a sacar mayoría absoluta? Es muy sencillo no pactar, cuando no es necesario pactar. Lo complicado es no pactar cuando no queda otra. Pero bueno, allá películas. Vamos a ver lo de la red clientelar.

 

Para destruir una red clientelar española, no bastan cuatro concejales, ni cuatro mil. A ver cómo explicar esto del clientelismo. Un cliente es una persona que recibe de un político un “favor”. Y el político el favor lo hace con dinero público. Pero al cliente que recibe la pasta, el empleo, la subvención, la ayuda, la paga… Le da la impresión de que está en deuda con el político. Esa es la receta.  Funciona muy bien en pueblos pequeños y medianos, y es parte de la cultura política española. Es muy, muy fuerte.

 

Este sistema de compra de voluntades se ha ido perfeccionando en España…, desde la guerra napoleónica, desde la restauración, desde hace la tira de tiempo (1). Y lo emplean todos los partidos. Los alcaldes firman esforzadamente cheques, licencias de obras, permisos de venta…, lo que les cae a mano. Perdonan tasas, adjudican contratos, organizan fiestas… Y pulverizan a sus detractores echándoles encima ordenanzas municipales, guardias, multas, paralizaciones, derribos, negación de ayudas, etc. Así la gente aprende que el que vota al señorito, medra. Y el que da problemas, se come una mierda.

 

De esa manera, cuando llega la campaña electoral, la red clientelar se pone en marcha. Los fieles van dando toques a quienes plantean listas opositoras, impongan candidaturas, obstaculizan la propaganda, presionan…, y el día de elecciones, tocan la corneta y sus agentes se pasan por los barrios llamando a los electores para que se retraten. Controlan el absentismo, facilitan transportes, entregan las papeletas y los interventores apuntan minuciosamente quién vota, para luego del recuento, valorar si todos votaron lo que debían.

 

Por si alguien no se ha dado cuenta, con este sistema favoritista el político, queda con sus manos libres para actuar en plan gordo a su antojo: enriquecerse, mandar mucho, proyectos megalomaníacos y esas cosas. Mientras que tú, esforzado pueblerino, quedas con el mismo poder de vuelo, que un pollito en un huracán.

 

Así que los podemitas se proponen luchar contra el clientelismo, un monstruo de dos siglos de edad… A ver cómo demonios se lo montan. Lo que es de uno es de todos, lo que es de todos es de nadie, lo que es de nadie es de uno.

 

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NOTA

 

(1) Lo más correcto sería hablar por esa época de caciquismo, que tiene otras características. Pero como el padre engendró al hijo, me tomo la licencia para darle un aire rancio al sistema clientelar. También lo hago por si por casualidad hay algún especialista por ahí, para que piense que no tengo ni idea de lo que hablo.


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