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El esperanto y la Torre de Babel

Enviado por Acratosaurio rex en Jue, 16/04/2015 - 18:34

Hoy he llegado al artículo número quinientos, y he pensado que por una vez, puedo explayarme un poco.  Os voy a contar un cuento con consejos prácticos de higiene mental. Es un cuento largo, y no tenéis por qué leerlo, ni tenéis por qué hacerle caso. Os lo reitero, porque la base del anarquismo, es poder desbaratar un cuento irrebatible, con un simple “no”. Helo aquí.

Introducción

Hace un montón de años pensé que sería interesante aprender esperanto. Y como entonces no había ni internet ni nada, me puse a buscar a alguien que me enseñase…, y no recuerdo cómo encontré al que sería mi maestro esperantista: Antolín. Era un hombre mayor, y me dio una agradable sorpresa cuando me reveló que era de la Unión General de Trabajadores, y que había luchado en la Guerra Civil por la República. Antolín no era su verdadero nombre, porque se lo cambió tras la derrota y (1)…

A lo que voy. Antolín me dio los materiales para empezar a estudiar el esperanto, unos cuadernos, instrucciones de pronunciación, pero además me incitó a aprender como militante, a llevar a cabo servicios de vigilancia, seguimiento, espionaje… Uno de los ejercicios consistía en seguir aleatoriamente a una persona sin que se diese cuenta y memorizar sus actividades por anodinas que fuesen. 

El plan me gustó. Dejé para otro momento lo del esperanto, y todas las tardes seguía a alguien al azar. Un día me dio por seguir a un chino. En aquella época no había chinos por aquí. Me pregunté qué pintaba allí un chino y me dispuse a averiguarlo. Aquel hombre andaba, andaba, se metió en una cabina, hizo una llamada, y andaba más y más… Hasta que me di cuenta de que me había llevado a un descampado en el que no nos veía nadie, se dio media vuelta y sin mediar palabra me dio una paliza. En la refriega me pateó a base de bien, me partió la nariz me dislocó la rodilla derecha mientras emitía alaridos escalofriantes… En chino. Yo no podía decir nada. (2)

Pero que me voy por las ramas. La cuestión es que  de resultas de la golpiza estuve en cama dos meses, y como yo tengo un espíritu muy positivo aproveché para aprender el esperanto. Mi vin li ŝi ni vi ili… Cuando me puse en funcionamiento otra vez dominaba el esperanto hablado y leído. Fui donde Antolín que se quedó muy sorprendido, y así, los jueves por la tarde nos reuníamos los seis o siete esperantistas de la ciudad, a charlar.

La finalidad del Esperanto.

El esperanto es un idioma inventado por el Doctor Zamenhoff, un polaco que pensó que unificar los idiomas del mundo sería un paso para eliminar fronteras, diferencias raciales y guerras. El pobre hombre pensaba que si todos fuésemos capaces de entendernos, la paz reinaría en el mundo. Y, bueno, el sorprendido fui yo en nuestras reuniones, cuando percibí que los esperantistas, siendo tan pocos, estaban divididos en unas pocas de organizaciones de las que no llegué a aprenderme el nombre. Los motivos de las secesiones se me antojaban misteriosos, pero eran lo suficientemente notables como para que hubiese unas pocas de asociaciones esperantistas, y que en los respectivos boletines se leyesen de cuando en cuando cosas fuertes. Esto mismo me ha pasado en cuantas asociaciones he ido pasando. Por ejemplo, con los naturistas, que tenían unas broncas, con los animalistas… Pero esa es otra historia.

Algunos rasgos comunes de las ideologías del complot.

La cuestión es que esos conflictos –que acaban en división–, me di cuenta de que están cortados por un patrón común, que viene a ser más o menos el siguiente:

1.- Cuestión de principios: amigos y amigas, cuando se ponen los principios encima de la mesa, es imposible dialogar. Uno puede pronunciar shi, schi o chi si es una cuestión de sonido y de acento. Pero si el shi se convierte en el símbolo de la solidaridad, y su correcta pronunciación es el paso fundamental para llegar a la paz en el mundo… Cualquiera que haga “chi” podrá ser rebozado, frito y comido. Sin discusión.

2.- Los otros son los malos. En estas diatribas, siempre hay una fuerza agresora, que son los otros, a los que se atribuye esa falta de principios que mencionaba antes. Si tú no la percibes, y te juntas con ellos, amigo/a, quedas contagiado. Una vez hecho el diagnóstico que establece el principio por el que uno no puede juntarse con…, cualquier explicación que se dé será rebatida con multitud de añadidos y detalles pintorescos, que acaban por volver loco al más pintao.

3.- Tienes que implicarte. Una de las cosas a las que se te instará, es a informarte. E informarte pasará indefectiblemente por escuchar largos monólogos como este, llenos de espantos. Yo, normalmente dejo el teléfono descolgado, voy a lavar los tomates, y cuando vuelvo sigue hablando tan pancho el o la que sea. Porque lo que intenta tu informante, no es que te informes, si no escucharse a sí mismo. Por eso: si alguna vez te piden que pidas explicaciones e informes, pobre de ti, si los pides, tienes mala suerte, y te los dan y profundizas en un cúmulo de papel tal, que ni en la instrucción del caso ERE de Andalucía, te metes, y ya no encuentras la salida entre los legajos. Y si no te implicas, te llaman insolidario, que no quieres enterarte, etc.

4.- Surgen los Guardianes de los Principios. Los que intentan mediar son echados a un lao y van apareciendo personas más y más implacables. Se produce una especialización y una división de tareas. Habrá gente que se sepa al dedillo la gramática, la interpretan, la resumen, y cuando terminan de hablar, verás que leyendo las mismas cosas, los distintos sectores llegan a conclusiones diferentes. Porque cualquier argumento siempre tiene su contra-argumento, oh sí. Las discusiones se hacen más y más complicadas en los niveles superiores de gente entendida en conflictos, mientras que en las bases la afiliación consciente se esfuerza por decir “shi” con el tono correcto, y a asistir con cara de ciclista estreñido y con hemorroides a las horrorosas asambleas. Hay que mencionar esas asambleas.

5.- Predicar la acción, a base de reuniones sentados. Te plantan por delante un orden del día plagado de temas absurdos, en torno a si en Tananarive hay gente que no pronuncia bien, o que en el tiempo de catapún mengano pronunciaba mal y ¡ha vuelto ha hacerlo! Y mientras uno piensa “¿pero qué recarajo…?” añade “¿eso es importante?, ¿cómo diablos puede uno comprobar eso?” La hostia. Es imposible. Tienes que confiar en el que lo dice, y en que el papel lleve el sello correspondiente. Si tiene un sello, es la verdad. Si una Comisión lo dice, y lleva el sello, es la verdad, aunque sea un disparate. Y luego de una comedura de coco de unas horas, te piden que tomes una decisión, un acuerdo vinculante, consistente en fulminar a los del “chi”. Cielos. Es increíble que la gente se crea sin más un papel, simplemente porque lleva un sello y alguien solvente lo asegura.

6.- Cartago ha de ser destruida. Cuando ya están metidos en faena los contendientes, no hay marcha atrás. Destruirán todo a su paso, con tal de salir victoriosos del embate. Los que lo iniciaron, porque les va el prestigio en ello. Y los que se aprendieron el sonido correcto “shi”, porque las horas invertidas hay que rentabilizarlas, así que se alistan en la cruzada. ¿Cuál es el resultado final de esta metafísica? ¿Mejoran las cosas, funciona todo bien? 

Qué va. Todo va a peor. Pero eso da igual, porque los que están en campaña, viven de la guerra interna. Para ellos lo interesante no es el final, si no el camino. Les proporciona energía, un sentido a sus vidas, a medida que –como los vampiros– chupan torrentes de energía. La batalla es dura, y las columnas de desertores que no entienden el kafkiano proceso, se apartan, huyen despavoridas. Poco a poco van quedando los entendidos y pocos más. No les importa que una organización que haya tenido cientos de miembros, se quede hecha polvo. Eso les da lo mismo, porque ellos están extirpando un cáncer.

7.- Proceso de zombificación: las pobres criaturas medio normales que se ponen a batallar, se convierten en malas copias de sí mismas y repiten las actitudes y discursos de los que manejan la maniobra, mezclando los datos de tal forma que producen una cacofonía insensata. El proceso de cambio es imperceptible, insidioso, y así puedes ver a un joven idealista y sonriente, pasar poco a poco a convertirse en una especie de Nosferatu acéfalo, que emite dictámenes que espantarían al juez en primera instancia.

8.- Pasado y futuro. La discusión se dirige hacia un tiempo que no existe. O al pasado, en el cual la pronunciación era perfecta, o hacia el futuro, en el que el acento será prístino. El presente se suele tener como simple campo de batalla.

9.- Los fines están ocultos. Pero toda esa mala baba de unos cuantos individuos que consiguen arrastrar a una organización a la debacle, ocultan motivaciones mucho más prosaicas. Todas esas instancias de cuadros de entendidos, a que te informes, a que leas informes, a que debatas informes, y a que formes filas con el informe en la mano, la finalidad que tienen –es mi percepción– es esta: demostrar que ellos pueden hacerte bailar a ti al son que ellos te toquen; verificar que pueden conseguir que tú hagas cosas que seguramente no quieres en realidad hacer; comprobar que te pueden obligar a discutir lo que a ellos les da la gana una y otra vez. En definitiva, yo creo que los Guardianes Nominados de la Pronunciación Definitiva, los Gestores Extremos del Sello de la Verdad y los Sacerdotes Orgánicos de la Enmienda Al Cuerno Primigenio, buscan la satisfacción de sus egos absurdos, viéndote hacer el gilipollas. Más aún pienso eso, cuando he comprobado una y otra vez, que los que con más encono defienden el “shi”, no solo es que lo pronuncien mal, si no que encima, no saben hablar bien el esperanto.

Lo duro de la militancia anarquista

Hay más cosas, pero vamos con la reflexión aplicable al mundo libertario, que es gratuita y no impositiva. Desgraciadamente tú, inocente y puro, o pura, seguramente te habrás visto metido ya en algún fregao. Lo mismo ya estás captado para la guerra y repites las consignas. O lo mismo no, no lo sé. Simplemente lo que te digo a continuación, es un consejo bienintencionado, por ahorrarte sufrimientos. 

Verás, la militancia anarquista, es muy jodida. A las naturales desgracias que le pasan a uno en la vida, enfermedades, hijos, trabajos, genitales descolgados, se unen otros problemas que tú eliges: que si la huelga, que si el piquete, que si la policía, que si te detienen, que si el juicio, que si otra huelga, que si multaron a Pepe, que si pagar, que si te amenazan de muerte, que si amenazan de muerte a tu familia, que si te derrotan mil veces, las facturas… A mí me da mucha angustia poner en juego el pan de personas que confían en el sindicato o en el ateneo o en el centro social. Yo, aunque parezca increíble, he pasado tela de miedo en un montón de cacaos que no vienen a cuento. Con los años las tensiones acaban pasando factura, o al menos, corres ese riesgo si no eres contemplativo. Y si a esos problemas naturales del militante, que hay que aceptar con buen talante, le unes una buena purga interna, con sus informes, sus tribunales de excepción, sus potros de torturas, sus hierros al rojo, y sus expertos en intriga, puedes acabar peor de lo que te pertenece, en una silla de ruedas, en un quirófano, en un diván de siquiatra…, aunque lo más normal es que antes, renuncies y huyas bien lejos.

Lo único que tiene de satisfactorio la militancia, es el compañerismo, el sentir que de un modo u otro, todos estamos metidos en la misma empresa, y deseamos –cuando dejemos este mundo–, que esté un poquitín mejor que cuando nos trajo a él mamá. 

Consejos para evitar entrar en la rueda zombi

Así que este es el consejo: cuando alguien te inste a leer un puñetero informe, quítate del medio. No hagas nada. Mo te impliques. Ni siquiera intentes ser neutral. No intentes mediar. Renuncia a las claves de los informes, no leas informes ni vayas a siquiatras por más que te lo recomienden. Haz imposible el conflicto con tu deserción inmediata. En concreto yo, desde hace cientos de años no leo informes que impliquen a compañeros, por higiene. Y no pasa nada. Las ruedas de Torquemada van girando, pero sin que les trasmitas tu energía.

Yo en eso de leer, te recomiendo: que te leas el Quijote, poesía, tratados de astronomía, novela negra; te insto a que salgas con tu pareja, que cojas su mano y mires sus ojos, tan hermosos; si no tienes pareja te recomiendo el silencio de los barrancos, el sol pegando tu camisa al cuerpo, la sed y el estar contigo mismo. Te sugiero que hagas cualquier cosa que sea más agradable que leerte un puñetero informe de tesorería. Si a ti el día de tu afiliación te hubiesen dicho que entre tus obligaciones estaría la de leer tochos inmundos, –una literatura que no tiene ni estilo reconocido– seguro que hubieras renunciado. Es más: Durruti nunca sale en las fotos leyendo un puto informe. En resumen: no puedes controlar el comportamiento de los demás, ¡deja que hagan lo que les dé la gana! Pero sí que puedes determinar el tuyo, y en lugar de criticar lo que hacen los demás, o desear que hagan algo así o asá, hacer tú lo que realmente te satisface.

Expulsiones sumarísimas

Así que al fin, se llega al capítulo de expulsiones, y te voy a decir lo que hace el Acratosaurio cuando saca la bola negra: da gracias a los cielos de que le den la patada. Para mí no hay mayor alegría que el que me digan que, no solo no soy necesario, si no que además, soy dañino, contraproducente, un asco. Así que si a ti te toca algún día, mi consejo –que no tienes por qué seguir– es que aceptes el mandato asambleario con modestia. Disimula, que piensen que estás fatal. Cabecea como si te doliera algo, o como si rezaras. Sal por la puerta, cierra despacio… ¡y vete pegando botes de alegría hasta la tasca más cercana a celebrarlo! Joder, ni que estar en una puñetera organización te fuese a prolongar un solo día la existencia. Por el contrario, está demostrado con estudios médicos científicos, que una hora leyendo informes, te quita una hora de vida.

Colaboración y espíritu positivo

Y luego, haz lo que te dé la gana: colabora con la causa, ten alteza de miras que decían los viejos, arrima el hombro con todos y cualquiera, únete a la batalla de quien no conoce la derrota: la anarquía, pese a quien pese, eres tú, y somos todos. Siempre habrá mil cosas, que puedas hacer por la Idea. 

Hace cien mil años, en un universo paralelo, la humanidad hablaba miles de idiomas, y se encontraba unida en la Tierra Grande. Dios, celoso de los humanos y de su felicidad, les dio un idioma único, y desde entonces, hundidos en conflictos, son incapaces de entenderse. La anarquía, silenciosa, modesta, activa..., la anarquía que consigue el convenio colectivo, es el camino del entendimiento. Lo que es de uno es de todos, lo que es de todos es de nadie, lo que es de nadie es de uno.

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NOTAS 

(1) Antolín murió muchos años después. Siendo un anciano octogenario, un atracador le asaltó, lo tiró al suelo. Se le rompió la cadera, se le complicó y falleció a los días del asunto.

(2) El chino, antes de irse, me dejó su tarjeta el cabronazo. Cuando me recuperé fui a visitarlo y resultó que regentaba un gimnasio de artes marciales. El tipo había luchado como extra en películas de Bruce Lee, y se llamaba Kao. Me enseñó muchas artimañas. La paliza fue –según me explicó–, porque le puse nervioso con tanto seguimiento.


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