Hay gente que, a fuerza de ayudar a los pobres, piensan que son pobres. Y esa es una diferencia que hay que señalar de cuando en cuando, para que la gente no se equivoque. Porque una cosa es la pobreza, y otra el voto de pobreza. El sacerdote español que ha muerto de ébola en el Hospital Carlos III, por ejemplo, no era pobre, a la vista está, aunque se resalte su pobreza en los discursos. Ahora que los sanitarios que le atendían se debaten entre la pena de haber perdido a un paciente, y el alivio de haberse librado de él, y mientras las autoridades sanitarias meditan sobre qué hacer con las ampollas de suero de rata experimental, podemos percibir lo contradictorio. El cura Miguel Pajares fue a África a ayudar a los pobres -o eso dicen-, pero llegado el momento se vio que disponía de multitud de recursos. Tenía familiares con influencia que hicieron valer sus enchufes, y un sistema de apoyo de la hostia a la hora de fallecer.
Y eso pasa en todos los entornos de pobreza a los que llegan los voluntarios. Hay profesionales de la pobreza, que, qué duda cabe, echan un cable a los pobres. Asistentes sociales, médicos voluntarios, sicólogos, religiosos de las grandes religiones monoteístas, laicos más o menos comprometidos, gente de grandes proyectos, encuentran en el campo de la pobreza, su vocación, o sea, un medio de ganarse la vida a través de donaciones privadas y estatales. Es verdad que podrían tener vocaciones mucho peores, como trabajar para una multinacional de los detergentes. Pero el hecho es que están allí, ayudando, porque tuvieron tiempo, dinero y ambiente adecuado para estudiar, y no padecieron el devaneo de tener que trabajar catorce horas para cobrar un sueldo miserable y encima cuidar una familia. Nada que objetar a la ayuda prestada, pero presumir de pobreza y sufrimiento en esas condiciones, es un error de apreciación, un pecado de orgullo que diría un cura, que te puede hacer caer en el Síndrome de Viridiana (1).
Para evitar esa fatídica patología, para la que los americanos no tienen suero experimental, un militante social siempre tiene que tener ojo cuando afirme que la pobreza es algo positivo. Porque una cosa es ser pobre, y otra vivir de la pobreza; una cosa es pasar hambre, y otra muy distinta, hacer dieta.
Jambre que espera jartura, no es jambre ninguna. Lo que es de uno es de todos, lo que es de todos es de nadie, lo que es de nadie es de uno.
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Nota: (1) ver sobre el Síndrome de Viridiana en http://www.alasbarricadas.org/noticias/node/15970