Los políticos y mandamases, desde que existen, se han presentado a sí mismos siempre como simples servidores del pueblo, los primeros en el sacrificio, que procuran por encima de todo, y con mucha ética, el bienestar del pueblo. Ellos están ahí, sirviendo al interés público. Pero… ¿Cómo llegan ahí?
Los políticos conservadores suelen auparse por familia y caudales. De casta le viene al galgo. Pero cuando son políticos paticipativos que quieren entrar más profundamente en la política institucional para generar empoderamiento y resiliencia en el pueblo poniendo freno a la gentrificación, la cosa es más compleja ya que tienen que partir de cero. Por ejemplo, un anarquista que quiere ser alcalde. Bien, pues esa persona, que no dispone de aparato (una organización, un partido, una burocracia), ni de dinero (en efectivo o prestado), necesita capital.
El Capital no es solo pasta, dinero. Son también cosas que se pueden convertir en dinero o en poder, que son formas intercambiables de lo mismo. Una educación superior. La belleza. El don de gentes y de palabra. Hablar diecisiete idiomas. Aparecer en la tele a diario. Firmar cheques del desempleo… Eso y mucho más se cotiza en el mercado de la política. Eso es Capital personal. Hablar en público, decir lo que la gente quiere escuchar, recibir aplausos, hacerse visible poco a poco… Acumula fuerza personal, poder de convencimiento, credibilidad.
Todo ese “capital personal” se invierte, se gasta, se atesora, y no hace falta dinero para manejarlo. Si se gasta bien, el capital se incrementa, y si se gasta mal, se agota. Y vuelves al sitio de donde saliste. O a uno mejor aunque fuera de combate para la política de masas.
Pero si las jugadas van saliendo bien, y creas estructura, aparato, redes, organización, y a tu alrededor se mueve una constelación de satélites, secretarios de esto, de lo otro, que te miran con esperanza para meter cabeza… Ya puedes dar el salto y presentarte a las elecciones. Quedas fuera del campo de batalla del pueblo, y te metes en el campo de batalla de las instituciones. Allá va.
¿Que qué me parece que llegue a la alcaldía uno de los nuestros? Pues me parece bien. Mejor ése que un cabrón caciquil de otro tipo. Si hay gente que le vota, oye, no es mi culpa. Pero te añado que cuando personas que han desempeñado el papel de portavoces de un movimiento social, se plantean emplear el rendimiento de capital social acumulado a través de las luchas de la población contra el Poder, para luchar por el Poder y auparse a una alcaldía… Ya no me parecen tener tan buenas intenciones, porque por ignorancia (muy sospechoso en gente culta) o por ambición (más o menos clara), están contribuyendo a crear una nueva clase social parasitaria y una burocracia del copón. Y el empoderamiento ese, si te vi no me acuerdo. Lo que es de uno es de todos, lo que es de todos es de nadie, lo que es de nadie es de uno.
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NOTA
El cursus honorum es la carrera política, solo que lo digo en latín, por fardar un rato.