Comento hoy el discurso que dice que los disturbios que se provocan el 22-M, aún debiéndose a distintas causas, tienen un punto de origen indeseado en la llamada violencia gratuita. La violencia gratuita sería aquella que se hace porque sí, porque proporciona un placer personal al que la lleva a cabo, que suele ser un tanto sociópata.
Vale, hay que analizar los hechos. ¿Hay motivos para que la gente estalle ante la injusticia que estamos viviendo? Yo diría que –por parte de los manifestantes– motivos para volverse tarumba, arrancar una farola y arremeter contra una compañía de las berkut… Haberlos haylos. Esas cosas pasan, amigo pacifista. Puede ser tu hija, tu amigo, tu hermano, tu padre o tu madre, quienes cojan un ladrillo un día, porque tienen sus razones. Y la policía también posee sus motivos pecuniarios y crematísticos para golpear y detener al indefenso (violencia pagada). Así que no puede hablarse de violencia gratuita en ninguno de los dos casos.
Ahora bien, ¿los disturbios del 22-M los ocasiona la policía? Pues claro. Lo cual no quiere decir que los infiltrados policiales en las manifestaciones, tengan que iniciarlos. La policía española no necesita provocaciones para liarla parda. Son capaces de avanzar sobre un congreso de técnicos de educación infantil dando vergajazos, si a las autoridades les da por ahí. Los mandos de la policía y la Delegación del Gobierno, en torno a las manifestaciones del 22-M, habían avisado de que desplegarían a miles de antidisturbios, así que ¿Quién provoca y desencadena la violencia? El Gobierno. ¿Quién la desarrolla y ejecuta? El Gobierno. ¿Quién determina su existencia perpetua? El Gobierno y la policía. No nos metamos en el placer que ello les ocasiona, porque de esa violencia lo que obtienen es dinero y poder. Lo demás son efectos secundarios.
Vale, si no hubo violencia gratuita ¿Hubo vanguardias organizadas por parte de los manifestantes, enfrascadas en enfrentamientos estériles? No. Si los miles de personas que tomaron parte en los disturbios hubiesen tenido alguna formación guerrillera, los antidisturbios hubiesen sido convertidos en fosfatina. La gente actuó por mera rabia instintiva, hubo de todo en esa masa de personas que a cara descubierta, sin conocer las calles, arrojaron lo que arrancaron del suelo contra rufianes de armadura.
¿Es la violencia en las manifestaciones algo que debemos evitar a toda costa? Por supuesto. Yo, en cuanto escucho el primer disparo, me meto en un contenedor hasta que vuelve el silencio. Lo que ocurre es que ni eso es seguro, porque si tienes mala suerte te pueden tirar calle abajo contra las lecheras, y luego, a ver cómo explicas tu extraña presencia entre miles de polis. Lo mismo te filma alguien asomando lentamente la cabeza y saliendo del cubo, te acusa de infiltrado y te cuelga en las redes sociales. Así que uno solo puede apretar el culo, y estar a lo que venga. O irse a la Cumbre Social, que ahí nunca pasa nada... Aunque los presuntos estibadores en Bruselas... No veas (1). Lo que es de uno es de todos, lo que es de todos es de nadie, lo que es de nadie es de uno.
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NOTA
(1) Protestas tan ritualizadas y formalizadas como las que desarrollan los sindicatos de la Confederación Europea de Sindicatos (CES) pueden acabar con un lío de mil demonios. Ver la noticia de El Pais, en torno a cómo finalizó el desfile festivo del sindicalismo europeo ante la sede de los señoritos de la Comisión Europea (CE) en:
http://economia.elpais.com/economia/2014/04/04/actualidad/1396623777_348220.html
Por lo visto, hay en marcha una Confabulación de Estibadores Europeos (CEE)