Resulta que en el Reino, hay gente que les tocan el idioma y es como si les tocasen la madre. Piensan en el gran peligro que sufren esos sonidos que simbolizan al conejo, a la marmota, a la vaca..., y lo importante que es que suenen de ese modo y no de otro, por toda la eternidad...

A ver... A mi idioma le queda de existencia…, poco. Poco tiempo, antes de que el chocheo lo vuelva una cacofonía que se entienda mejor a un pato que al Acratosaurio. Mientras yo esté con vida, quién sabe, mi idioma no corre peligro de ningún tipo. Y por eso, no me altero. Cuando yo muera (si tal cosa llegase a suceder), se acabó. No obstante, entiendo que haya gente a la que le toquen el idioma con imposiciones, y caigan al suelo como la niña del exorcista, que no entiendo como pudo tener una hija un cura irlandés.

Bueno, los idiomas tienen sus defensores y no me necesitan. Yo quiero mostrar otra perspectiva del problema idiomático, ya que la importancia del idioma es muy importante. Hay por ahí una teoría, que leí una vez en alguna revista, que viene a decir que el lenguaje moldea nuestros actos. Por ejemplo, el vil "mande usted amo", produce una estructura mental tanto en el siervo como en el señorito, que hace que los privilegios sean naturalizados y vistos como normales. La palabra forma y organiza el mundo -dicen-, no solo describe, sino que acostumbra, socializa y moldea. Y por eso el "no", hace que en cierto modo, tú, que estás sentado en un rincón sin abrir la boca, puedas interpretar el mundo de otro modo, y tengas la oportunidad de levantarlo de nuevo. 

Los anarquistas también tienen su idioma, que -en cierto modo- corre los mismos peligros que cualquier otro en vías de extinción, ya que los poderes vigentes quieren exterminar a sus portadores. Nos acomplejan, nos ningunean, nos miran raro, nos multan, esas cosas. El Acratosaurio, dentro de su programa de supervivencia libertaria, anima siempre a los anarquistas a participar en el mundo que les rodea activamente, implicándose en lo que haga falta, aportando como cualquiera. Ello obliga a adaptar nuestro idioma al de la gente que nos rodea, más que nada para que nos entiendan y no nos lapiden. Pero sin exagerar, no sea que a fuerza de intentar que nos entiendan, acabemos entendiéndoles a ellos, hablando como ellos..., y actuando como ellos. 

Puedes estar callado, y decir mil cosas; puedes hablar y no decir nada… Porque hablar no es solo emitir sonidos. Que recuerden eso los que tienen un idioma, y se sienten orgullosos de haber nacido en algún lugar. Lo que es de uno es de todos, lo que es de todos es de nadie, lo que es de nadie es de uno.