Un artefacto ha explotado en la Basílica del Pilar, poco antes de las fiestas de la susodicha diosa, y los medios de comunicación atribuyen el hecho a un "Comando Anarquista Mateo Morral". El Acratosaurio ni quita ni pone a la tenebrosa versión de los periodistas, que hablan de un grupúsculo que es "desconocido", compuesto por un número indeterminado de miembros (entre dos y tres millones), capaz de escindirse, crecer, decrecer y desaparecer como el Guadiana, y que guarda conexiones con otros grupos italianos, griegos y de pahí.
Dejando a un lado lo rocambolesco de esta versión, vamos a pensar un poco con frialdad. En plan lagarto.
Las fiestas del Pilar, son un acontecimiento… Importante. Millones de aragoneses se dedican a beber y comer como cosacos, tal como se acostumbra en todas las fiestas patronales del Reino. A la diosa local se le ofrecen flores, para regocijo del gremio de floristas. Las autoridades están presentes, niños, ancianos, gente con vestidos raros... Por si eso fuera poco, actúan Macaco, Melocos, y hay una carrera de coches locos. Belloch anda por allí hablando contra el separatismo. Pasan cosas.
Es decir, que es un escenario inigualable para que un yijaidista se quite de repente la gorra, y siembre el pánico. Y todos sabemos que tras los luctuosos sucesos del 11-M de 2004, la poli vigila constantemente. O eso dicen.
Y he aquí, que alguien misterioso, en el país de los políticos obsesionados por el terrorismo, se mete en la Basílica del Pilar, con un artefacto voluminoso que no sabemos si llevaría en una bolsa de deportes, en una del Lidl o en dónde. La cosa es que lleva encima un bulto que no es ni una cámara, ni una Biblia, ni esas cosas que lleva la gente para rezar o para venerar los proyectiles de la aviación republicana que lucen en las paredes del Pilar. Ese ser camaleónico, que lo mismo en el colmo de la maldad, va disfrazado, es capaz de eludir las cámaras de seguridad de los edificios públicos adyacentes, pasa inadvertido para la policía municipal, la nacional, la autonómica, la secreta, la contrata de vigilancia, y para el párroco y el sacristán, penetra en la Catedral estando las cámaras desactivadas (se conoce el percal), se llega hasta el órgano, deja allí la máquina infernal, y sale sin ser visto. Le queda tiempo para dar aviso a la prensa para que desalojen el templo, y se va a tomar su merienda de leche con galletas.
Y de estos hechos, no se hace eco ni Intereconomía, ni ABC, ni el Mundo…
Una de dos: o la policía sabe muy bien quién o quiénes son los pavorosos ingenieros, y no tienen ningún interés en cogerlos porque son ellos mismos…, o estamos ante la versión maña de V de Vendetta (1). Por el poder de las galletas, ¡Vendetta! Lo que es de uno es de todos, lo que es de todos es de nadie, lo que es de nadie es de uno.
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NOTA
(1) Para los amantes del cine, un enlace a la pelea final de Vendetta con las Fuerzas del Orden con Mayúsculas.
https://www.youtube.com/watch?v=hLFbzujSy-8