El debate sobre la necesaria reforma del mercado de trabajo y de las pensiones, nos muestra una vez más el sentido del humor de la casta gobernante y empresarial del Reino. Rubalcaba, unas horas después de firmado el contubernio con los agentes sociales, mostraba su satisfacción, afirmando con una sonrisa taimada, maliciosa, venenosa, que el acuerdo alcanzado beneficia a los más jóvenes, que gracias a los contratos temporales y a tiempo parcial, podrán acceder a un empleo remunerado. Lo cual, teniendo en cuenta que en la próxima reforma los empleos serán no remunerados, es un gran avance para el progreso y para la democracia.
La medida es letal para los trabajadores mayores de cuarenta años. En la actualidad, un especialista del metal, con una vida laboral encadenada a más de cien empresas sucesivas, no puede poner en el currículum todas sus habilidades, porque el empresario que vea lea que es mayor, que sabe hacer de todo, que ha trabajado en un Alto Horno, que ha montado tubo en refinerías, que ha hecho instalaciones en una central solar o en un buque cisterna… No le contrata porque piensa “buf, este tío me va a pedir mucho y me la va a liar”. Así que, el esforzado obrero, coloca en su hoja de presentación cuatro tonterías, un retrato de ganso sonriente con pendiente, y reza a ver si cuela que tiene dieciocho años y que trabajará por dos euros la hora.
Y ahí están en la foto, la casta de canallas, sonríe, junta las zarpas sin temer caer fulminados ponzoña que llevan en las uñas. Los sindicalistas juran que se frenará la destrucción de empleo, los políticos manifiestan que podría haber sido peor, los empresarios que hay que seguir avanzando, el FMI que el país se encarrila, la prensa que los mercados se tranquilizan, la comunidad internacional pide democracia para Egipto, mientras le vende cañones antidisturbios.
Esa foto de individuos sonrientes, cogidos de la mano cada vez que se firma el penúltimo contubernio, es la pura esencia del cinismo de los modernos (1), de ese nutrido grupete de amiguetes que conocen bien la mentira que les rodea, pero que se instalan cómodamente en ella prometiendo la inmortalidad a los mortales.
De todos ellos, los más cínicos son los que afirman ser más progresistas (2). Ciertamente nada podemos esperar de un conservador que en su discurso pone el cebo clásico de poder, sexo, riqueza para reclutar adeptos. Pero el que firma eso de la reforma, y habla luego de democracia, de progreso y de ciudadanía, es el hipócrita ganador del concurso del año.
Por un cinismo que se burle de los Dioses y devuelva los golpes del Destino, lo que es de uno es de todos, lo que es de todos es de nadie, lo que es de nadie es de uno.
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NOTAS
(1) Que esta gentuza miente a sabiendas es algo ampliamente sabido. Ejemplo de ello las declaraciones de políticos en momentos de despiste, como esta de Esperanza Aguirre:
"Esta mañana yo ya he dicho barbaridades, he dicho que una reforma laboral light no vale", decía Aguirre a Rajoy sin saber que sus palabras estaban siendo recogidas por los medios de comunicación. La jefa del Ejecutivo autonómico madrileño había indicado que una reforma laboral "light" no hará de España un país "creíble" y emplazaba al Ejecutivo socialista a trabajar para llegar a un acuerdo lo más pronto posible tras dos años de negociaciones.
(2) Los sustentadores de las organizaciones sindicales llamadas de derechas (o corporativas, o conservadoras, o amarillas) no demandan normalmente una profundización de la democracia interna, no abogan sin cesar por una democracia participativa, o de clase, o directa, por una intervención de los trabajadores en la gestión de los sindicatos, etc., sencillamente porque no creen en ese concepto de democracia, y sólo ven en el asambleísmo generalizado y en la apelación constante a las bases, una dificultad, un inconveniente, un entorpecimiento para su manera convencional de desarrollar el trabajo sindical. Aquí hay, por supuesto, conservadurismo, inmovilismo, despotismo, etc. Pero no cinismo. El cinismo aparece cuando desde dentro de una organización moldeada por el Estado y mimada por la patronal, basada de lado a lado en la concepción representativa de la democracia, en la división de tareas, en la burocratización y jerarquización interna, en la figura inamovible del liberado, etc., un grupo de sindicalistas críticos, de filiación más o menos izquierdista (o libertaria), muy a gusto a pesar de todo en el sindicato, y sin ánimo de salir de él, reivindican unos procedimientos y unas pautas de gestión estructuralmente incompatibles con el modelo asumido, unas maneras de hacer sindicalismo irreconciliables con las posibilidades de acción que el paradigma vigente contempla, una profundización de la democracia que choca frontalmente con el deliberado y muy calculado, déficit democrático inherente al Sindicalismo de Estado. Y aquí sí hay cinismo, pues estos hombres y mujeres saben que están pidiendo Lo Imposible (no la utopía, sino las flores del Paraíso en las ciénagas del Infierno); saben que no van a cambiar el rumbo de la organización, que un sindicato de Estado es como es y que hay que tomarlo o dejarlo sin más; saben que están mintiendo, que están mintiéndose, que si CC.OO., p. ej., es un pequeño horror, ellos trabajan para ese horror.
También en la filosofía política el cinismo cunde más entre los ex-comunistas, ex-marxistas, ex-anarquistas y, en general, entre los pensadores ex-contestatarios, que escriben para demandar esa misma profundización de la democracia, o un nuevo rostro humano para el Capitalismo hoy invencible, sabedores en el fondo de que, en el marco de la sociedad capitalista, la democracia no puede ser más profunda, o simplemente verdadera, participativa, ya que ello iría en contradicción con los fundamentos económicos y sociales del Sistema, y conocedores también de que el Capitalismo sólo tiene un rostro -el inhumano, el salvaje- aunque, eso sí, ocultable bajo muchas máscaras.
[Comentarios sobre cinismo sindical. Pedro García Olivo - Fernando Ventura Calderón]