Tiene Begoña Ramos una duda clásica. ¿Triunfará algún día el anarquismo? ¿En qué fecha más o menos? Le interesa saberlo por si tiene que faltar al trabajo y por el rollo de los niños y de la guardería. Pues verás Begoña...
Nunca Begoña. Nunca triunfará el anarquismo, porque para que triunfe habría que verlo acabado y perfecto, y tal cosa es absurda, basta con mirar a los anarquistas, para ver que nunca serán capaces de finalizar lo que se traen entre manos. Eso sí, según mis previsiones económicas, el Estado caerá el doce de marzo del 2102, gracias a la acción combinada de las fuerzas del Ejército Makhnovista de Nabocoñodosor el Gordo, unidas a las Columnas Confederales de las Siete Rajas del Culo, ambas herederas de la gloriosa CGNT (por orden alfabético). El trece de marzo los restos de los Rangers de los Estados Unidos de Tejas firmarán la rendición en el Pentógono ante la Secretaría Bicéfala, y Chuk Norris Clonado estirará la pata.
Ahora bien, una vez caiga el Estado, comenzará el asalto de los advenedizos. Igual que ha ocurrido en todos los procesos revolucionarios, aparecerán como moscas los revolucionarios responsables, los tipos que nadie vio en el tiroteo, los que evolucionan llevando carpetas bajo el brazo, los que se acomodan a la nueva situación para sacar tajada, ventajistas de todo tipo, poetas que cantarán al festival del melón y a la cosecha de la remolacha por un aplauso, los escritores de adhesión inquebrantable, los que levantan el dedo y se ajustan las gafas… Algo abominable empezará a crecer nuevamente. Y como siempre, lo más interesante de la revolución estará en el antes y en el durante. El después, poco a poco, de manera progresiva, será desagradable.
Por eso, el triunfo de una lejana revolución debería ser la menor de las preocupaciones del anarquista, al que no le importa dar la batalla en solitario frente a fuerzas inmensas. El anarquista es el irreductible que se opone a cualquier tipo de dominación en el momento presente. No es el fantasioso que se recrea en una segura, pero lejana victoria, tras la que tendrá que seguir dando el callo contra un montón de cabrones. Siempre los anarquistas seremos una minoría Begoña, porque el amor a la libertad está desigualmente repartido, y son los libertarios los que la aman con afán, por encima de cualquier otra cosa. Y por ello, siempre estarán en lucha contra todo poder y autoridad. También haremos siempre el gilipollas, de acuerdo. Está en nuestra naturaleza.
Sea el anarquismo eterno (por desgracia) hasta el fin de la Historia: lo que es de uno es de todos, lo que es de todos es de nadie, lo que es de nadie es de uno.