Varias angustiadas llamadas de personas que andan enfrascadas en sacarse las tripas organizativamente hablando. Como ambos bandos me escriben las mismas cosas (traiciones, contubernios, incumplimientos, dejaciones, perfidias, indiscreciones, reproches, recriminaciones, odios numantinos, obtaculizaciones, tarzanescos alaridos, exigencias anarquistas, sufrimiento infinito por el bien de la IDEA y tal y tal se entrecruzan entre las puñaladas), vamos a hablar para ambos sectores.
Todos, en algún momento de nuestras vidas, hemos participado en conflictos internos (CIs), y sabemos que son inevitables, ineluctables e inesquivables. Yo mismo, con ocasión del CI de marzo, devoré a un compañero crudo y entero, regurgitándolo luego en Groenlandia para que fuera pasto de los pingüinos. Y como todos conocemos bien los CIs, solo hay que identificar las causas para aplicar los remedios.
Las causas de los CIs se encuentran siempre en un hecho lejano e insignificante ocurrido hace décadas o siglos. Alguien no cerró un grifo. Alguien dejó abierta la puerta y entró un gato. Alguien confundió el rostro alegre de Durruti con el de Nosferatu (1).
Esa pequeña mala acción, dio lugar a otra pequeña acción de mal resultado. Aún siendo pequeñito el perjuicio, fue un poquitín mayor que el anterior. Van creciendo las malas decisiones. Como toda causa tiene un efecto (si no, no sería una causa), el diabólico enredo se va liando más y más, arrastra a unos y espanta a los más, hasta que llega un momento en que os estáis revolcando por la asamblea, tirándoos de los pelos, lanzando escupitajos, eruptando chorizos y dando un espectáculo de circo de seis pistas.
¿Cómo solucionar este contencioso? No tiene solución. Una vez enquistado el tenebroso fenómeno en el fértil cuerpo federado, es de imposible arreglo, ya que cualquier medida adoptada será mala, y dará lugar a otra peor. La actitud sensata (que no es la solución) es inhibirse e irse hasta el momento en que el gato entró por la puerta abierta, cerrarla y no decir nada. Pero aquí no estamos hablando de sensatez (todo litigante es un insensato), ni podemos volver atrás en el tiempo esnifando hongos. ¿Que cuándo acaba entonces CI en curso? Cuando otro CI en ciernes, más gordo que el anterior lo sustituye.
Pero, ¿podemos hacer algo mientras se desarrolla y engorda el CI? Por supuesto. Es imprescindible hacer informes. Muchos informes. Esos informes crecen y crecen, se hacen más densos, como la selva, y obligan a especializarse en informes para poder avanzar por la sala de plenos. Llegan al techo, ocupan el retrete y dominan el horizonte utópico.
Llegará el día en que todos esos informes, den lugar al padre y a la madre de todos los informes. Ese día se abrirán las tumbas de los ofendidos y expulsados, que acudirán tambaleantes a contemplar como chingan ambos informes. De golpe, un rayo interrumpirá el polvo. Y de él saldrá el INFORME DEFINITIVO (diabólicas carcajadas), que podrá ser empleado en todos los CIs que estén por llegar, con el subsiguiente ahorro de tiempo y energía. Ya no habrá que escribir nunca más informes, frenándose así la deforestación de la Amazonía.
Por una elaboración acelerada de informes que creen al Hijo Único de Todos los Informes, lo que es de uno es de todos, lo que es de todos es de nadie, lo que es de nadie es de uno.
------------------------------------------
(1) Ver el artículo "La Máquina de Efectos Encadenados" http://www.alasbarricadas.org/noticias/?q=node/12804