Ponme una triple mascarilla


Los americanos sí que saben

Hoy en la Comunidad Terapéutica, nos han puesto la tele y nos han quitado el mando, así que hemos estado viendo toooodo el día, la 6ª. Una de las cosas que más nos han llamado la atención, ha sido la recomendación de los expertos de Estados Unidos, de que la gente se ponga dos mascarillas, en lugar de una. Esto iba acompañado de dibujos animados, en los que se ve cómo un muñeco respira y sale una nube tóxica lírica que se expande por los laterales, ya que no está bien sellada. Sale a continuación un señor que habla con barba, y nos explica que ponerse dos mascaras, tapa más y da mayor seguridad contra los contagios.

Yo, que no soy estadounidense, ni tengo ni idea de epidemiología, voy a llevar la cosa más lejos: si nos ponemos tres o cuatro mascarillas, y no nos la quitamos en ningún momento, a la hora de entrar en el retrete tras El Morroña, un interno de este centro que tiene doble personalidad, no oleremos sus deposiciones. Es más, si fijamos la mascarilla con esparadrapo, pegándola a la mejilla, y a continuación la sellamos con silicona, veremos cómo inspira y expira el tipo que tengamos enfrente, al hincharse y deshincharse la puñetera máscara. Triple mascarilla, una bufanda y un palestino.

Aquí en la Comunidad Terapéutica, aún no nos han vacunado a los locos, que vagabundeamos y desfilamos tristes y conscriptos por los pasillos, sin poder salir del centro, tomando las tres comidas al día más los dos refrigerios. Y claro, no nos dicen ni pío de cuándo nos toca. Un rollo. Pero volviendo al tema mascarillil…

Resulta que la mascarilla es obligatoria desde el año pasado. Y sin embargo la segunda y tercera olas, con sus decenas de miles de muertos, se ha paseado tan tranquilamente, porque dice el Gobierno que la gente se reúne y se mueve. O sea, ¿Si resulta que la clave de los contagios es la movilidad, para qué sirve la mascarilla?

Por supuesto que voy con ese artilugio, más que nada para que no me multen. Y con mis hábitos solitarios, pues no corro peligro, ya que cuando me echan de la Comunidad, paseo por las calles dando grandes rodeos y saltos y así consigo no cruzarme con nadie. Eso hace que los agentes enemigos que me vigilan estrechamente, estén agotados a pesar de los relevos. La mascarilla apretada no me gusta. Me marca la cara con dos arrugas que me afean, y menoscaban mi autoconcepto.

En fin, que si a mí me preguntasen qué habría que hacer para acabar con la pandemia, la cosa está más que clara: hay que cambiar esta sociedad, hay que tener viviendas amplias, espacios abiertos, trabajos útiles (desde agricultores a centros de belleza), jornadas laborales cortas, y acabar con esta estupidez de dictadura burocrática Abajo el Teletrabajo!. Ventiladores gigantes en las calles! Que como no resistamos a la barbarie de los gobiernos, seguiremos haciendo el gilipollas…, que pronto va a llegar la Declaración de Hacienda, y pagaréis el IRPF por tramos.

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