El baño de Salvochea y el baño de realismo del alcalde Kichi

Me dicen para picarme, que el alcalde gaditano de ahora, Kichi, cuando tomó posesión del cargo, cambió en su despacho el retrato del rey por el de Don Fermín Salvochea (1842-1907), alcalde de Cádiz, republicano federal, socialista utópico, y finalmente anarquista… Ahí Kichi se dio un baño de Salvochea. De alguna manera intentó, que se le pegase algo (1).

Los analistas de la persona de Salvochea, destacan siempre lo bueno que fue: desalojó conventos de monjas, prohibió la enseñanza de la religión en la escuela, cambió el nombre de las calles de santos y vírgenes por nombres filosóficos, eliminó las festividades religiosas, quiso poner a trabajar a los curas, creó impuestos para los ricos…, ¿Qué tiene que ver el alcalde Salvochea, con el alcalde actual que es un capillita que se viste con toda la parafernalia simbólica de las hermandades, y se humilla ante un tótem, dándole además una condecoración laica? Para mí: nada. Se demuestra nuevamente que cuando una figura moderna, trepa a los sillones de gobierno e invoca a los héroes y heroínas de los siglos XIX y XX, es simplemente porque no se atreven a ser ahora lo que fueron entonces sus referentes.

Por ejemplo, siendo Salvochea alcalde de Cádiz, permitió que un enorme cañón quedase en poder de una horda de gaditanos. La máxima autoridad municipal contempló a la multitud arrastrando el monstruo, y no dijo ni pío.  ¿Dónde lo colocaron? En la puerta del Ayuntamiento, la Casa del Pueblo. Luego, durante las luchas en el Cantón de Cádiz contra el ejército del Borbón, se peleó hasta el último bastión libre, que fue precisamente el Ayuntamiento. Allí el pueblo, que es la gente que lucha en los momentos difíciles, había colocado una barricada y la pieza de artillería de marras, que cargaron con metralla. El ejército fue acabando con la resistencia, y cuando todo parecía perdido y se luchaba cuerpo a cuerpo en la explanada del Ayuntamiento, rebasados los revolucionarios por falta de municiones, alguien prendió mecha al cañón y barrió de la plaza tanto a amigos como a enemigos, retirándose por la masacre el ejército durante unas horas. Este acto de guerra, si bien no impidió la caída del Cantón de Cádiz en manos de los felones, sí hizo que resistiese más tiempo, permitiendo la huida de los que quisieron huir. Salvochea no escapó. Se quedó a afrontar la suerte del vencido. 

Relato la anécdota, porque ahora que se habla de empoderar al pueblo (2), hay que recordar que Salvochea lo empoderó no cuestionando que emplease armas de grueso calibre, ya que él como alcalde, decía que respetaba el instinto popular. ¿Qué hubiera hecho la actual autoridad de ver llegar, no digo ya al ejército, si no a los antidisturbios a darse una vuelta por el Ayuntamiento? Opino sin ninguna duda, que invitarles a entrar y a tomar el piscolabis. Porque aquí, en el siglo XXI, si se ha empoderado a alguien desde algún Ayuntamiento progresista, ha sido a la monarquía de Arabia Saudí a la que se le va a construir en la Bahía, barcos de guerra. Ahí también se bañó la corporación gaditana, de lo que llaman "un baño de realidad".

En fin, como siempre digo: que cada cual haga lo que le dé la gana. Si Kichi quiere reivindicar a Salvochea, pues que lo reivindique. Por mí como si le quiere poner una corona de espinas al cuadro, una botella de jerez y tres vacas.  Ahora bien, yo también hago lo que me da la gana: que se sepa por parte de la población que lo único que hace ese señor poniendo el retrato de Salvochea en su despacho, es darse una débil capa de barniz laico e internacionalista en ese cuerpo serrano suyo, y que si se rasca un poquillo la capa protectora que se ha dado Kichi con ese lavado decimonónico, salta  la pátina, y muestra debajo de ella, la misma madera criminal de las imágenes religiosas y ejércitos realistas (3) que Salvochea quitó de circulación en su corta etapa de alcalde. Madera vieja, reaccionaria, llena de insecticida, pesticidas y antifúngicos. Sólo así aguanta. Kichi, muchacho, devuelve al rey a tu despacho. 

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NOTAS

(1) Ese retrato en ese despacho, es una prueba fehaciente de la inexistencia de la vida de ultratumba, porque si Salvochea estuviese inspirando al tal Kichi, ya le hubiera dado un chungo que le hubiera dejado parapléjico. Dime de qué presumes, y te diré de qué careces.

(2) Empleo esa palabra de empo…* con precaución, porque cada vez que se menciona con fe y entusiasmo, muere un inocente gatito.

(3) Los "ejércitos realistas", son los que te dan el baño de realidad. 

PD: efectivamente, puso el retrato de Salvochea. En la foto detrás de esos dos pájaros, está el cuadro del anarquista. http://cdn.20m.es/img2/recortes/2015/06/19/230137-500-333.jpg

 

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