La doble incongruencia de los Comités Anarquistas, y sus Cargos Encargados
Quisiera hablar de los comités y de cómo nos afectan a los anarquistas. Dentro de las leyendas anarquistas, existe una que relata que un comité entre anarquistas no es más que un nodo, un ganglio que se encarga de distribuir la correspondencia y una serie de informes (1), y el portavoz no es más que un mandao que hace lo que se le dice. Esto es más o menos como lo de la Bella Durmiente y los Siete Enanitos: un cuento.
Cuando se nombra un comité, se le dan unas funciones a los diferentes cargos. Los cargos (en adelante encargados) representan a todo el colectivo en sus tareas delegadas. La asamblea les separa de su cuerpo, les ubica en otra posición. Señalo algunas de las barreras que establece el colectivo con sus encargados, tras separarlos del fecundo cuerpo del colectivo.
El encargado es separado de los afiliados por barreras físicas (la mesa, el despacho, la tablet), funcionales (el trabajo a realizar), mentales y simbólicas (la perspectiva de su posición de representante o portavoz), estructurales (los cauces de difusión de información que posee), de poder (capacidad de toma de decisiones), históricas (aparecerá su nombre y será recordado)..., y por barreras epistemológicas (aprende cómo funcionan las cosas en su ámbito). Conoce gente muy diversa, se mueve a otro nivel, dispone de recursos…
Pero en el caso de los encargados anarquistas, la tragedia de la separación es doble. Por una parte se le encomiendan tareas que exigen autonomía. Pero por otra, se les dice que son simples empleados. Aquí hay una incongruencia, porque se espera del encargado que se encargue, pero a la vez se le exige no hacer más que lo que se le mande.
Esto, claro, solo lo entiende aquel que lo sufre. Pongamos un plan perfecto diseñado en una asamblea, y se le encomienda a los del comité que lo pongan en marcha. Cualquiera que haya participado en la realización de, qué sé yo, un atraco, sabe que los planes hay que irlos modificando sobre la marcha, que hay que ir tomado decisiones continuamente, ya que las condiciones de desenvolvimiento del plan no dependen solo de nosotros, si no de circunstancias en las que actúan fuerzas muy diversas (2). Vas –por ejemplo– a asaltar un furgón blindado, y se atrasa porque el chófer paró para cagar. El helicóptero de apoyo vuelve a la base. Ya va todo de culo. El plan B y C no sirven tampoco… Empleemos una bomba. Hay que improvisar. Vas a detonar la bomba a su paso, y justo en ese momento, un perro se acerca, huele, levanta la pata… El sudor recorre tu espalda y te se mete por la raja… Mea… ¿Qué hostias hago? ¡La asamblea no había previsto esto! En definitiva, los imprevistos son miles, y exigen autonomía en la decisión.
¿A qué conduce esta situación incongruente de "tener que hacer" con expresa "prohibición de hacer esperando que hagas"? A la paranoia y al sufrimiento. El encargado se pone a tomar decisiones por su cuenta (no le queda otra si quiere cumplir el mandato asambleario), y cuando llega a la asamblea de control, se ve obligado a justificar sus movimientos. Las estrategias allí son variadas: puede mentir; puede ocultar; puede magnificar. Normalmente empleará una combinación de esas actitudes (decir la verdad pura es muy complicado, porque ni él mismo sabe qué ha hecho últimamente) para que lo dejen tranquilo. La otra actitud es la del secretario que no toma ninguna decisión y no hace nada. En ambos casos, una asamblea anarquista que le tenga enfilado tomará acciones en contra del secretario y no le aprobará la gestión, unas veces por hacer, y otras por no hacer. De ahí que un buen encargado, procure siempre tener amigos en la asamblea.
Pero es más. No es solo que estructuralmente estés impedido y obligado a actuar por tu cuenta: yo pienso que el anarquista encargado de algo, tiene que hacer siempre lo que le dé la gana, porque si no, ¿qué va a hacer? ¿Lo que le mande una asamblea? Por favor… Un anarquista obedeciendo, qué horror.
¿Hay incumplimientos orgánicos si yo soy un encargado y hago lo que quiero y no lo que me dicta la asamblea? Pues claro, eso es de libro. Yo, sin ir más lejos… Una vez, una sola vez, me dieron un cargo importante en los años setenta, y había recaudado muchas cuotas, más de setenta mil pesetas de la época. Yo llevaba las cuentas de una gran federación, y me dieron la orden de librar fondos para poner el aire acondicionado en la sala de asambleas por mucha gente y demasiado humo de tabaco, y me negué. Lo vi un despilfarro y un despropósito.
Mi argumento era muy simple: Durruti, Ascaso y García Oliver, nunca tuvieron aire acondicionado en el local y llevaron a cabo la revolución más gloriosa del Cosmos, nada menos que en el mes de julio. Lo cual quiere decir, sin ninguna duda, que el aire acondicionado modificaría las condiciones necesarias para hacerla en 1978. Nadie saldría del fresquito a pegar tiros en la calle. Nos enfrentamos duramente, yo contra todos, y gané yo porque era el que tenía la firma de la cuenta y el sello de tesorero. Ese es el poder del cargo. Entonces convocaron una asamblea afeando mi actitud y me destituyeron, para encontrarse con que había vaciado la cuenta y estaba en paradero desconocido. Tras muchas vicisitudes, me localizaron en una tasca del extrarradio e intentaron pegarme, pero soy demasiado grande. Solo cuando tomaron de rehén a mi perra (mi Chuchi) y amenazaron con mandarla con una familia de acogida a Dinamarca, me sometí devolviendo de inmediato el libro de contabilidad, el sello y el dinero, transfiriendo la firma, y nunca jamás volvieron a nombrarme tesorero o nada. Es que me hacía con la patita así, moviéndola… Pusieron el aire acondicionado, sí, pero como era ya octubre no les valió de nada. Y cuando lo quisieron echar a andar al año siguiente en julio, no funcionó. Me odiaron para siempre. Aún aparezco en algunos informes de la época.
¿Fue inorgánica mi actitud? Por supuesto. Yo no obedezco una orden de esas, ni muerto. Poner aire acondicionado en un local anarquista, válgame dios, es una infame abominación. ¿Fue la mía una actitud propia de un tesorero anarquista? según los libros, no. Según las condiciones estructurales del cargo, sí. Según mi experiencia, también. Yo si veo que algo no es correcto, me cago en la asamblea, en los principios tácticas y finalidades, en el informe del comité, y en la anarquisición asamblearia. Y esta mi actitud de encargado, es imposible de prevenir con ningún estatuto, por perfecto que sea. Es más, un cargo que llegue a la asamblea diciendo que ha hecho todo cuanto se le ha dicho, me resulta alguien muy sospechoso.
En definitiva: los anarquistas exigimos a nuestros encargados algo imposible: que cumplan mandatos sin tener iniciativa. Y una vez pedido lo imposible, les exigimos cuentas si no nos gusta el resultado. Por eso nadie con dos dedos de frente quiere tener cargos. Por eso no más un despistado va a una asamblea y dice dos cosas, le encasquetan un cargo o un encargo.
¿Y por qué aceptan los anarquistas los cargos? Pues por el honor que encierra el hecho de que tus compañeros y compañeras confíen en ti, y por el sexo, porque como todos sabemos, tener un cargo hace que hombres y mujeres se pongan a tu disposición… Bueno, es que a mí me pasaba eso. El tiempo que fui un encargado, yo no paraba.
Conste en acta.
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NOTAS
(1) Informe viene del latín: lo que no tiene forma.
(2) Las circunstancias impiden la realización de los planes más conspicuos. Por ejemplo, esta sutil sugerencia de Durruti, cuando se dirige al compañero Mira, encargado de la defensa de la Facultad de Filosofía:
"AI compañero Mira; Habiendo decidido el Ministerio de la Guerra el relevo del personal que de esta Columna ocupa los puestos de vanguardia, tú velarás para que, en el día de hoy, esas fuerzas se retiren de las posiciones que ellas defienden, y se concentren en el cuartel de la calle de Granada, número 33. Y a ese efecto, tú deberás poner en conocimiento del jefe responsable de ese sector, para que él designe las fuerzas que te deben reemplazar tanto en la Facultad de Filosofía y Letras como en el Asilo de Santa Cristina. Del cumplimiento de esta orden, tú me rendirás cuentas antes de las 12 horas del día de mañana. Madrid, 19 de noviembre de 1936. Firmado: B. Durruti. Visto Bueno: General Miaja”.
Bueno, pues Mira se quedó esperando, porque Durruti se murió y no le pudo rendir cuentas. A eso me refiero con que las circunstancias impiden que los planes se cumplan como se espera de ellos.
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Comentarios
Un buen final, acrato, a tu
Un buen final, acrato, a tu análisis de la situación en la que se encuentra el anarquismo y el anarcosindicalismo por estas tierras de Iberia y, desgraciadamente, también en otras...
No cabe duda de que la incongruencia de los comites y los cargos en nuestros medios es una de las causas, aunque quizás menos importante que la que ha hecho posible que existan en organizaciones que se pretenden anarquistas o anarcosindicalistas: la incapacidad de unos y otros de organizarse y funcionar autónomamente, por resultar más cómoda la delegación...
¿Puede existir algo más contradictorio que un anarquista delegando... y una organización anarquista incapaz de funcionar sin delegación, necesitando comités y cargos (como en cualquier Organización política) para existir?
Lamentablemente así es y no cambiaría quitando comités y cargos si los militantes no son (no somos) capaces de ser autómomos y, por supuesto, coherentes en los hechos con lo que decimos cuando hablamos.
Claro que ser coherentes exige renunciar a muchas de las comodidades (casi siempre miserables) que la sociedad que "combatimos" nos ofrece.
Abrazos