La diferencia entre lamentarse y protestar
De chiquitito, mi abuela me enseñó a tener paciencia. La cosa era muy simple. Mi padre y mi madre, trabajando. Yo, el hijo mayor que empezaba a moverse en la vida, con dos o tres años, solo y sin hermanos ni primos. Una casa vieja en medio del campo. Nadie en kilómetros y kilómetros. Viene una tarde lluviosa, y te sientas en la camilla. La vieja empañolada y vestida de luto frente a ti, mira al infinito que acaba en la pared de enfrente. Yo hago lo mismo. Olor a bacalao rancio. En esta posición pasamos puede decirse, dos horas sin abrir el pico. Uno entra en una especie de trance, y entonces, te llega la voz de ultratumba de esa mujer, y sentencia: "niño. En esta vida, uno no debe quejarse". Y añade tremebunda: "nunca, nunca le preguntes a nadie ¿cómo estás?".
¿Que por qué? Porque te puede decir que está mal, y comenzar un parloteo insoportable. La filosofía de "nada de quejas" es muy simple: uno no tiene derecho a verterle encima a los demás el cubo de mierda de sus cuitas. Quejarse y lamentarse es lo mismo que rezar: solo sirve para sanar el alma (que no existe). No acaba con las causas reales de los problemas.
Así pues, el dolor hay que aguantarlo como buenamente se pueda, en solitario, sin lamentaciones. Uno debe gestionarlo, administrarlo, diluirlo hasta que desaparece. Y si se queda, pues es lo que hay. Compartirlo es mala idea, porque si yo trasmitiese mis angustias a los colegas, se deprimirían, luego me tendrían que contar sus calamidades y entraríamos en el círculo vicioso de "yo lo paso peor".
Mi abuela me decía también que una cosa era llorar, y otra muy diferente protestar. La protesta implicaba un despliegue de energía, objetivos, recursos y un plan. La protesta es peligrosa: para el que la recibe, porque puede derribarle; y para el que la organiza porque sufrirá la represión. Así es.
Una vez, ya en democracia, en 1978, que la llevé al sindicato. Estuvo mu seria. Cuando volvíamos a casa le pregunté que qué me había parecido, y me hizo esta descripción:
"Al llegar los niños estaban sentados en sus mesas jugando y ojeando unas revistas de juguetes. Después de presentarme, el maestro ha realizado la asamblea: la canción de las buenas tardes, la fecha en la que estamos, la estación del año, el tiempo que hace en el día y la canción de los días de la semana. Tras haber finalizado la asamblea, los niños han merendado, les hemos cambiado los pañales y los que no tienen pañal han ido al baño. Después hemos salido al patio en el momento del recreo para realizar el ensayo de la procesión de Semana Santa. Al terminar hemos ido al comedor y he ayudado a los niños y niñas a que cenaran. Al finalizar la cena hemos vuelto a la clase y hemos realizado el segundo cambio de pañal y el aseo de los niños. Luego hemos tenido juego libre y por último Loli les ha puesto música para que bailaran".
Así veía al sindicato más revolucionario de la zona. Evidentemente, ni me quejé, ni volví a llevar a la venenosa vieja (1) al sindicato. Lo que es de uno es de todos, lo que es de todos es de nadie, lo que es de nadie es de uno.
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(1) De nombre Elena. 1900-1992. Epitafio: ¡Ni te s'ocurra preguntar "cómo estás", ni "qué te parece"!
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