El poder de los creyentes

Hay que ver las cosas que pasan en nombre de Dios o de la Democracia, que en boca de alguno son cosas parecidas. Gente matando a gente por criterio de obediencia a principios sublimes… ¿Os los imagináis en un matadero de pollos? Es parecido, sí. En fin, los motivos por los que unos tipos obedecen a otros a la hora de la matanza son diversos. Por ejemplo: en una guerra moderna, es más seguro ser un soldado que un civil. Tienes suministros garantizados, una organización estable, la paga, una ametralladora… Así que al ejército se va un contingente de vagos que no sirven para nada más, y un buen número de sicópatas. Y el que no lo es, se vuelve, ya que se pone a la orden de sociópatas mucho peores que él (1). 

A esos gobernantes, dirigentes carismáticos, líderes (religiosos o laicos) que escuchan las voces de Dios o de la Historia, y que no tienen problema en ordenar asesinatos en serie de pobres que cometieron el error de nacer en el sitio equivocado, no los estudian los siquiatras. Es curiosa esa falta de diligencia en la pesquisa de los científicos sociales, ya que los gobernantes en guerra, los que lo son o los que están por la labor, muestran todas las características de los peores serial killers: escogen a sus víctimas por pertenecer a grupos estigmatizados; planean con frialdad el crimen; lo llevan a cabo de manera cruel y sistemática; lo justifican en base a elevados principios morales; toman periodos de descanso entre masacres; no sienten empatía ni remordimiento; son incapaces de parar una vez comienzan a matar. No me cabe duda de que si no se estudian a tipos como los del trío de las Azores, es porque son inasequibles. Coger, por ejemplo, al ex-presidente Aznar, y extirparle la amígdala cerebelosa a ver si cambia de actitud, es mucho más comprometido y dificultoso que presentar una sesión clínica sobre el violador del Ensanche. ¿Dónde está la poli cuando se la necesita? Pues obedeciendo a esos cabrones, que para eso pagan.

Entre la tropa de obedientes guerreros, hay de todo: desde los que se alistan para salvar el pellejo, a los que realmente se creen la lista de paparruchadas. Estos últimos son los que necesitan dar sentido a la vida. La gente que necesita llenar sus dudas con certezas, son los crédulos. Son carne de secta que en cualquier momento puede ser abducida por un charlatán que le proporcione orientación trascendente a su angustiosa vida. La encuentran en tres palabras: la obediencia, la lealtad inquebrantable y la muerte. Los tipos que son carne de secta, los que responden al sentido de la vida con una misión fundamental, pueden sublimar sus frustraciones vitales, obedeciendo a asesinos, bien matando a los demás, bien inmolándose a sí mismos (2).

Vida o muerte, o cambio de paradigma. Lo que es de uno es de todos, los que es de todos es de nadie, los que es de nadie es de uno.

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NOTA

(1) Lo sé porque he servido en dos ejércitos.

(2) Eso no tiene por qué ser inevitable. En una sociedad socialista y libertaria, libres ya de charlatanes y predicadores, la carne de secta sublimaría sus tendencias orientativas produciendo, energía eléctrica en enormes bicicletas estáticas. A los que superasen la cuota de producción, se les prometería la entrada al paraíso después de muertos, para lo cual el comité les facilitaría una Tarjeta de Tránsito Post Mortem, como la llave de los hoteles. Si ese fraude funciona en religiones monoteístas, no veo por qué no puede funcionar en el socialismo ateo.