Lo primero, no estorbar
Había quedado en que son los hombres como género, y no unos cuantos varones machistas, quienes ejercen la dominación masculina, del mismo modo –por comparar– que es el conjunto de los empresarios, el que ejerce la dominación sobre el proletariado. Si encuentras a un emprendedor que no aprovecha la dominación capitalista, es porque no estás viendo a un empresario. Puede que se trate de un castor. Del mismo modo, si te encuentras ante un hombre feminista, podrás llamarlo cualquier cosa que se te ocurra, porque no estás ante un hombre. Ojo. También encontrarás a empresarios que afirmen que no explotan, o que son buenos. Pero ejercen el poder. Por eso digo que igual que la cárcel domina a los presos, aunque alguno se escape de cuando en cuando, el género masculino, domina al femenino.
¿Que eso es un disparate? ¿Que hay excepciones? Pues confirman la regla. Verás, en una relación dialéctica entre opresor y oprimido, siempre hay tensiones entre ambos. Ser un opresor, no deja de tener inconvenientes y riesgos. El empresario puede hacerse rico. Pero también puede arruinarse en la pugna con otros capitalistas. El oprimido, a su vez, adopta sus medidas de resistencia y castigo sobre el opresor. La camarera puede escupir en la sopa del jefe. Pero la dominación persiste, la explotación se lleva a cabo aunque la huelga triunfe, el sindicato firme, y el jefe se beba el espeso lapo diciendo “¡Albricias querida! ¡Qué sabrosa está hoy la sopa!”.
En su rol masculino, el hombre puede trabajar duramente por un sueldo escaso, puede sufrir pensando que su mujer huirá con otro hombre de mayor éxito, y puede intentar relajarse tomando unos vinos al salir de la oficina. Su esposa, aviesa y cabreada por la relación dialéctica, puede esperar al marido que llega borracho y montarle la de San Quintín. Los vecinos, alarmados y molestos, pueden llamar a la Guardia Civil. El varón, alienado y desafiante, puede enfrentarse a los guardias. Los aceitunos, que tienen su mala leche, pueden llevarse al tipo al calabozo, y de ahí al juez de guardia, que puede citarle a juicio… Cuando el hombre comente su ruina con los compañeros de curro, no dirá “¡Oh!, ¡Qué duro es el patriarcado!, ¡Deberíamos abolirlo! ¡Abajo el machismo inherente y consustancial a las relaciones de género!”. No. Probablemente atribuirá el conjunto de sus desdichas, a que ¡todas las mujeres son unas lagartas!
Por eso, en esa relación dialéctica de opresores/oprimidos, es normal que los hombres busquen a las mujeres para dominarlas… Y muy natural que las mujeres, para emanciparse, cultiven las amistades entre mujeres, charlen durante horas, se cuiden unas a otras, y compartan sus inquietudes, sus sueños y sus anhelos en interminables sesiones de café. Los hombres, en esa hermosa relación de amistad y ayuda mutua femenina, solo pueden, si tienen buena voluntad, no estorbar. Lo que es de uno es de todos, lo que es de todos es de nadie, lo que es de nadie es de uno.
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