Pertenencias y exclusiones en el mundillo de lo libertario

Hubo un tiempo en el que uno podía preguntarse si existía o no el Movimiento Libertario. Pero actualmente, gracias a la policía, sabemos no solo que hay un anarquismo vivo y pujante, si no que además se reparte en GRUPOS, y por si fuera poco, COORDINADOS. Entonces, ¿quién forma parte del Movimiento Libertario?

 

Cualquiera. Cualquiera, joder, cualquiera. El anarquismo es algo que está dentro de todos y de cada uno, junto con las tripas, las heces y otras posibilidades. Es una tendencia, una aspiración, un deseo perturbado por el Poder. Cualquiera que no quiera mandar, y que no quiera obedecer, en algún momento, es anarquista. Si eres partidario de la acción sin coacción, y sin joder a los demás en materia de clase, de género, raza, etc., eres anarquista –para mí–. Y si encima te apetece que el anarquismo se extienda, mucho mejor (1).

 

Para actuar en colectivo, yo opino que cada cual tiene que hacer lo que le dé la gana. Trabajar en común si se puede. Y si no se puede, dejar que cada uno haga lo que le parezca sin obstáculos. Ya que queremos que la sociedad se gestione de forma libertaria, me parece que ese es el mejor método: dejar que cada cual se equivoque como prefiera. Joder, hay millones de personas en el mundo que no piensan como yo, y no tengo ni el más mínimo interés en intentar controlar el comportamiento ajeno. Eso –para mí– sí que es una cuestión de principios: haz lo que quieras, porque creo que tus pasiones me son beneficiosas. La pasión de un hombre y una mujer fue la que nos trajo al mundo… O tal vez un ginecólogo con bigote que hizo una in vitro. En cualquier caso, fue el deseo de hacer algo hermoso y satisfactorio lo que nos dio vida. Eso fue acción sin coacción, eso es el anarquismo. Y yo confío en tu pasión y en tu deseo. No quiero ni controlarlo, ni cambiarlo. Me hace feliz ver, que actúas según tu voluntad. No lo sé explicar mejor.

 

Este discurso mío del “¡haz lo que quieras!”, claro, no gusta a quienes tienen ganas de pelea. Me señalan que debería alarmarme por la pérdida de discurso, la rebaja de nuestras reivindicaciones ante la ola reformista… ¿Por qué no condeno esas incoherencias? Mi respuesta es siempre: paz y amor hermano, gestiona tu propia coherencia. La coherencia –para mí– es hacer lo que se dice, y decir lo que se hace. Y ese es un asunto personal, particular, íntimo. La coherencia es un artículo que yo me guiso y yo me como. Así que en general, procuro dejar tranquila la coherencia de los demás, porque bastante tengo con el manejo imperfecto de la mía. Esto tiene su explicación, y ya me estoy extendiendo más que demasiado. 

 

Yo me preparo grandes ensaladas. También evito comer animalitos. No consumo alcohol. No fumo. Hablo esperanto a solas. A las diez de la noche en la cama. Hago ejercicio. Nada más me levanto me lavo la cara con agua fría y me tomo las pastillas del corazón. Camino sin dinero en la cartera. Paseo descalzo por el campo y llevo a cabo prolongados ayunos… Ah, y practico el sexo cuatrocientas setenta veces al año.

 

Pero ni en mis fantasías más locas se me ocurriría exigir que para ser anarquista, alguien tuviera que llevar a cabo todos mis rituales gastronómicos, ejercicios y demás películas. Porque entonces no habría ni un jodido anarquista. 

 

La acción sin coacción, ajena a premio y castigo, es la expresión de tu propia voluntad... Más o menos. Lo que es de uno es de todos, lo que es de todos es de nadie, lo que es de nadie es de uno.

 

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(1) Hay quien dice que la libertad es hacer lo que se debe, con control de las pasiones, buscando el bien. Eso lo dijo un Emperador Romano, Adriano o uno de esos. Yo digo que la libertad es hacer lo que a uno le da la gana, y que el bien va incluido en ella. También más o menos.

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Apuesto por Marco Aurelio en sus Meditaciones

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