Elecciones Libertarias
Vuelve la burra al trigo con lo de la participación de los anarquistas en plataformas electorales. En general se puede decir que los motivos que se me dan para participar, pues que no me convencen. Hay dos que suelen aparecer: el primero, quitar a un gobierno insano y corrupto; el segundo fomentar la participación popular desde las instituciones; el tercero, hacer algo que no nos deje impotentes ante el Estado. ¿Dije dos, o tres?
Vale. Si se trata de apoyar a un grupo para que quiten del medio al gobierno en el Poder, me parece absurdo hacer trabajo de doméstico para personas que una vez estén en el sillón, mirando qué hay en los cajones, no se van a sentir en deuda con nosotros. Ya que se entra, que sea de alcalde, digo yo. Ya que se apoya, que sea a cambio de contrapartidas, siquiera una condecoración. Ya que se trata de quitar al que manda y ponerse a mandar, no nos necesitan a nosotros. Pero si además añaden los libertarios, que pretenden entrar, para quitar la corrupción y los males sociales, ahí sí que no me entra en la osamenta.
Cualquier ayuntamiento está regido no por la voluntad popular, si no por las leyes del Estado. Estas leyes defienden: que la propiedad privada es un hecho; que las relaciones de producción capitalistas han de mantenerse; que los deudores tienen que cobrar sus deudas. ¿Qué ayuntamiento, en condiciones normales, va a poder entonces generar empleo, proporcionar bienestar y evitar desahucios? Ninguno. Es más, pregunta a cualquier candidato, que te explique tranquilamente, cómo va a eliminar en su ciudad el desempleo existente del 33%, la tasa de paro juvenil del 55%, los trescientos desahucios en curso… Y no podrá responderte más que con vaguedades. A lo que podrán meterle mano, y no mucha, es a cuestiones estéticas. La nómina de los funcionarios y de la policía municipal, tienen que sacarla, ¿de dónde?: de los impuestos, de las transferencias del Estado, de la Diputación, de los Fondos de Cohesión, de sitios así. No pueden hacer nada desde el Ayuntamiento, están maniatados. No pueden no pagar la deuda, por ejemplo, porque disuelven el Ayuntamiento desde el Estado, y tan tranquilamente. La ley te la puedes saltar como alcalde, para proteger la propiedad, por ejemplo, desviando capitales, empleando tarjetas negras y esas cosas, o llegado el caso, asesinando a sindicalistas. Ahí no te digo que las instituciones no puedan transgredir la ley. Porque quien hace la Ley, hace la Trampa.
Entonces se me dirá que existe Marinaleda como ejemplo de gestión ejemplar. Y mi respuesta es, primero, que habría que estudiar la tasa de desempleo de allí, cómo se redistribuye la renta y de dónde provienen los fondos de esa población, porque yo no creo, ni en dios, ni en el paraíso; y segundo, que precisamente por eso, porque se trata de un caso tras treinta y cinco años de democracia, que no se puede generalizar.
Por poner un ejemplo que todo el mundo va a entender. Imagina que eres espectador de la liga de fútbol, y decides jugar en ella para dar buen fútbol, y además quitar del medio a los corruptos. Imagina que consigues entrar en el campo de juego, y empiezas a jugar, y rompes las reglas: coges el balón con la mano, echas a correr por la banda, pasas por detrás de la portería, y marcas gol haciendo un mate de baloncesto sin pantalones. ¿Qué pasa? Que el gol se anula, y que te echan del campo a patadas en el trasero.
Lo que ocurre, en la realidad, es que cualquiera que llega al campo de juego, ha tenido que entrenar mucho, comienza a jugar con las reglas del juego, las acepta. Y al aceptarlas, refuerza el juego. Y el juego te invade. Jugarás conforme dicta la ley. No se trata –entiéndelo– de que la gente se corrompa con el poder. Lo que ocurre es que cualquier persona que se coloca en un cargo, empieza a comportarse de la manera que exige el cargo. Y luego, aparte, puede corromperse, o no.
El otro argumento para participar en elecciones, viene a decir que son una oportunidad para intentar –desde las instituciones–, fomentar la participación del pueblo, creando estructuras que lo dinamicen. Los anarquistas intentan en ese caso, mantenerse alejados de los centros de poder, e implicarse en la acción de barrios, de base. Es decir, que no van a la alcaldía, si no a la calle.
Bueno, pues es que resulta que las candidaturas electorales, se hacen para ganar, y en nada que echan a andar, todo empieza a girar en torno a las elecciones: formar la lista, escribir el programa, cumplir con los plazos, entregar la documentación a tiempo, hacer la campaña, gastar una cantidad de energía tremenda. La propia dinámica electoral, evita que esa actividad social (contra el paro, contra los desahucios, contra la miseria, por los derechos laborales…) se desarrolle. Por el contrario, es la actividad social, paradójicamente, la que al encontrarse con las alambradas que pone el Estado a sus justas demandas, y a falta de energía para arremeter, intenta dar un rodeo y llama educadamente a la puerta, pidiendo, desde dentro, cambiarlo todo. Eso, no se puede hacer.
Lo que ocurre es exactamente lo contrario, que un ciclo de actividad social y popular, con manifestaciones, ocupaciones, protestas, asambleas y demás procedimientos de expresión que hacen tambalearse al poder, finalizan cuando los partidos se ponen a encabezar esos movimientos, y a esgrimir las reivindicaciones populares desde la cancha parlamentaria. Y los diputados del pueblo, a lo que se dedican es a desconvocar, a mostrar que tienen el cotarro bien dominado. El principal poder de un diputado o de un alcalde popular, es el de desconvocatoria.
¿No es mejor, por duro que sea, por incomprendidos que nos podamos sentir los anarquistas, seguir en la brecha dando ejemplo, y no dar ni un respiro a unas instituciones que son las que nos han llevado hasta el momento presente? Cuando se me dice que “tenemos que hacer algo porque lo que hacemos no sirve”, realmente pienso que lo que hacemos “al margen de”, sirve. De algo. No sé de qué, pero por las leyes de la física, algo mueven.
¿Y qué haces tú? Eso me preguntan cuando expongo esta barra de argumentos. Poca cosa, la verdad. Mis actividades son pobres, modestas, de andar por casa. No soy quien ni para dar consejos, ni para determinar comportamientos correctos. Humildemente, agacho la chola. Puedo equivocarme. Con esto que aquí digo, solo expongo lo que me parece que pasa. Pero, si lo que digo no te conmueve, pues mira, Sócrates, dijo “conócete a ti mismo”; Pouget “actúa por ti mismo”. Solo queda pues “equivócate por tí mismo”.
Comete tus propios errores. No tienes por qué imitar los míos. Lo que es de uno es de todos, lo que es de todos es de nadie, lo que es de nadie es de uno.
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