¿Tienen que cambiar las personas para que cambie el mundo?
Vamos a ver porque con esto hay un gran malentendido. Hay gente que considera que para llevar a cabo el cambio social, ha de crearse un hombre nuevo, tiene que surgir una especie de persona buena, solidaria, combativa y bella, capaz de poner en funcionamiento la Utopía. Personas como Durruti, pero pasando por corporación dermoestética. Porque resulta -dicen- que este mundo tan insano, corrupto y egoísta, hace que las personas se vean incapacitadas para hacer la revolución. Bueno, eso es falso como paso a demostrar deseguidamente.
En primer lugar, si resulta que la sociedad forja la existencia de las personas, no surgirá jamás ese “hombre nuevo”. Tampoco sabemos cómo diablos será ese engendro, no está nada claro cómo de bueno y combativo y solidario ha de ser cada cual para hacer una asamblea que no dure doce horas sin llegar a un acuerdo que se cumpla. Además, ¿Surgir cómo? ¿Como una nueva especie de homínido con la cabeza muy gorda? ¿Plof y aquí está mirando al cielo? Imposible.
Te dicen los creyentes en el “hombre nuevo” que mediante la educación, la lucha y todo eso, la gente cambia. Pero es falso: la gente no cambia por más que lea: el que es un cabrón, seguirá siéndolo aunque lea a Neruda. Y leer no garantiza la lucha. La gente que es muy leída, puede ser mucho más gilipollas que gente menos culta. Es más, si se repasan películas, cuadros, lienzos, fotos y grabados, se ve que la gente que hizo las revoluciones pasadas, era gente corriente y moliente, que seguramente era analfabeta, bebía vino y se lavaba cuando ya el picor le resultaba insoportable. ¡Por el amor del lagarto!, ¡mirad a María Antoñeta subiendo a la guillotina!, la gente que aplaudía la revolución, era pero que bien burra. La gente que coge la dinamita, el bardeo o que maneja la maxím, no es Santa Marta precisamente, y si lo es, en cuanto la guardia la tirotea le entra una mala hostia que no veas.
Es contradictorio pensar que ha de surgir un hombre nuevo, que cambie la sociedad que impide que surja ese sujeto idílico. Lo empírico observable, es que las revoluciones las hace la gente que lucha. Es la gente del ahora, la que existe, con sus cien mil defectos, la que hace las revoluciones. Es la población la que se levanta en determinadas circunstancias y monta la marimorena. Y eso sólo se conoce cuando pasa.
Esperar a que se den buenas condiciones y aparezcan buenas personas para plantar batalla, es dar la guerra por perdida. Por eso el/la militante, tiene que seguir luchando en el ahora, con los medios existentes. Tiene que juntarse con la gente del común, consciente de que al final los demás se acostumbrarán a sus manías, y viceversa si hay suerte. Lo que es de uno es de todos, lo que es de todos es de nadie, lo que es de nadie es de uno.
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