Flujos de energía en la sociedad democrática
Todo sistema puede ser entendido como un campo de fuerzas, donde el flujo de estímulos hace que circule la energía, en unos puntos se acumule, y en otros se disipe..., siendo el "grado de energía cero" el de la muerte. No me preguntéis qué cuernos quiere decir eso. Se me acaba de ocurrir.
Pongamos lo del Gamonal, por ejemplo. O lo de Ucrania, da igual. Empresarios, políticos, banqueros, cogen el móvil en la cafetería, y encargan a sus lacayos un proyecto. Mueven hilos, y mandan excavadoras a demoler un barrio. El gasto energético de esos rufianes es escaso. Reuniones, charlas y arreando.
En la otra parte del barrio, está el vecindario. Gastan la energía en lo cotidiano, y van tirando. Pero, ¡de repente! se encuentran ante un bulldozer. Entonces recogen miles de firmas, celebran asambleas, se manifiestan. Todo eso implica un derroche energético, incalculable. Hay que dejar a un lado la rutina y situarse en la extracotidianeidad, frente a un enemigo poderoso… Que no hace ni caso de una petición cortés.
Así que desde el 9 de enero, y siguientes, con las obras iniciadas, los vecinos se ven obligados a cortar las calles, impedir el paso de maquinaria con sus cuerpos, arrojar objetos a los antidisturbios e incendiar barricadas y contenedores. Todo de manera pacifica. El saldo que arroja esta actividad gandhiana deja 46 detenidos solo en Burgos, (una ciudad extremista). Lo menos seis inocentes han ido a la cárcel. Muchos otros, están pendientes de juicio. O sea: un gasto de energía inmenso.
¿Tiene el gobierno que salir a manifestarse a la calle? Para nada. Le basta con llamar a la UIP. La policía imparte doctrina. Gasto energético para los mandatarios: cero.
Véase el diferente comportamiento en cada caso. Los grandes empresarios no convocan manifestaciones de protesta para exigir la construcción del bulevar en la calle Victoria. No sacan a sus hijos de las Universidades de élite para cruzar contenedores. No se enfrentan a la UIP. Ni siquiera tienen que votar en las elecciones, ya que votar a la reacción le corresponde al pueblo. A ellos les basta con coger el teléfono (gasto energético mínimo), y llamar al alcalde, y decirle lo preocupados que están.
En definitiva, costes en el bando popular, muchísimos. Miles de personas asumiendo grandes riesgos, decenas de procesos judiciales, una millonada en horas, aparte de fianzas y multas. En el bando de la gobernación, en cambio, se encogen de hombros ante el revés sufrido, toman los teléfonos, recomponen los planes, y avanzan hacia la siguiente trastada, ya que sus costes en energía son escasos, y la acumulan a porrillo en sus cuentas corrientes.
Puestos a renunciar, entre el dinero y el voto, el banquero renuncia al voto. Lo que es de uno es de todos, lo que es de todos es de nadie, lo que es de nadie es de uno.
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