Moralidad en la entrega de medallas a los mandos policiales del Reino.

La moral establece lo que está bien y lo que está mal en una sociedad concreta. La Economía lo que se gana o lo que se pierde. Pero como vivimos en el mundo capitalista, ambas cosas están mezcladas. Pongamos por caso el tema de las medallas que se dan a la policía y la avaricia que desprenden.

 

Los policías -como todos sabemos- Son unos funcionarios muy victimistas. A salvo de ERES, se tuerce uno un dedo abriendo una lata de mejillones y lo publican por el orbe como desastre en acto de servicio. Y están más mimados que el resto de servidores del Estado, porque les conceden medallas por hacer su trabajo. Por la prensa sabemos que las de distintivo rojo llevan aparejado, casi nada, un diez o quince por ciento de incremento de sueldo vitalicio. Las de distintivo blanco, son palmaditas en la espalda (1).

 

He aquí, que todos los años, sin faltar uno, los sindicatos y los polis protestan porque -según ellos-, la entrega de medallas es discriminatoria. Los mandos de despacho reciben el centenar de insignias rojas y la mayor parte de las blancas. Los que hacen trabajo de campo, por ejemplo, los que estuvieron sacando gente del descarrilamiento de tren en Santiago, a esos no les da nada. Y a mí me parece muy bien. Aplaudo a la Junta de Gobierno por su discriminación.

 

Señores policías: entrando en un accidente a sacar cadáveres o a retirar heridos, no hacen nada que no haga un celador, un médico o un vecino que bajó a ayudar gente. Y a ellos no les condecora nadie, ¿eh? ¿No es así?

 

Lo normal en un comportamiento moral sano, es hacer el bien porque uno debe de hacerlo, porque le sale de las tripas. Pedir una recompensa a cambio, es quedar como unos peseteros. Es moral de cazarecompensas.

 

Además, lo normal es que los sobresueldos los reciban los mandos, que son los que más ganan y los que más mandan. Cristo lo dijo bien claro: dar más al que tiene más, y al que tiene menos, quitarle aún lo poco que tiene (parábola de los talentos) (2). Dentro de lo que es el organigrama del poder, lo que hacen bien los subordinados es mérito del que da las órdenes y organiza todo, del mismo modo que en el capitalismo el que más gana no es el que más trabaja, si no el dueño. 

 

Es decir, que si un policía entra en un tren para “salvar vidas”: a) está llevando a cabo su trabajo; b) está haciendo lo que debe; c) el mérito es del Comisario General de Seguridad Ciudadana, que para eso es el jefe y es el que tiene que meterte en cintura. Conclusión: no mereces ni un chavo, chaval, que el técnico de emergencias hace lo mismo a diario, y ante él no desfila la orquesta. Lo que es de uno es de todos, lo que es de todos es de nadie, lo que es de nadie es de uno.

 

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(1) La noticia en la prensa: http://www.elmundo.es/espana/2013/12/12/52a988a461fd3d1d488b4571.html

(2) La parábola de los talentos tiene múltiples interpretaciones. Dijo así Jesús: Siervo malo y perezoso, sabías que yo cosecho donde no sembré y recojo donde no esparcí; debías, pues, haber entregado mi dinero a los banqueros, y así, al volver yo, habría cobrado lo mío con los intereses. Quitadle, por tanto, su talento y dádselo al que tiene los diez talentos. Porque a todo el que tiene, se le dará y le sobrará; pero al que no tiene, aun lo que tiene se le quitará. Y a ese siervo inútil, echadle a las tinieblas de fuera. Allí será el llanto y el rechinar de dientes.

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