La cómoda situación del sindicalismo representativo
Resulta que la UGT está sumida en un marasmo de tristeza, ya que no dejan de salir facturas y más facturas falsas. Les daban dinero para cursillos de parados, y ellos se lo gastaban en cogerse el pedo en la Feria. Qué tragedia. Pero por favor… ¿Quién podía en las alturas, afirmar que no sabía qué estaba pasando? A la UGT sólo se le puede reprochar que hayan sido tan descarados. Claro, la sensación de impunidad debía de ser muy grande, con ese gran Partido Obrero Socialista de padrino. Pero no vayamos a engañarnos, lo que pasa en UGT pasa en cualquier sindicato que recibe subvenciones para-lo-que-sea. Solo que lo disimulan mejor y El Mundo no les ha trincado los papeles.
La Transición consagró un sistema de financiación sindical, y un modo de representar a los trabajadores diabólico. Los sindicatos que obtienen buenos resultados electorales reciben un río de oro anual de cientos de millones de euros. Y los de menor capacidad, también beben de la sopa. Cuota de Formación Ocupacional, Canon de Negociación, comisiones por EREs, subvenciones de todo tipo… Muy al final aparece la cuota del afiliado a la hora de financiar el invento del sindicato.
Pero una fuente de financiación de la que no se habla, es la de las horas sindicales. Los casi 300.000 delegados sindicales electoralistas del país, transfieren a sus organizaciones un montón de horas diarias para representación sindical. Todas pagadas por las empresas o por el Estado, y puedo decir sin temor a equivocarme (1), que 20.000 liberados sindicales a tiempo total pululan por todas partes con sus carpetas, completamente impotentes para frenar la ofensiva que en la guerra de clases lleva la parte patronal. Esa gente cuesta más de doscientos millones de euros anuales, y la pagan porque les viene de maravilla.
¿Por qué ese montón de esforzados sindicalistas no hacen nada? Pues porque no pueden. Esto hay que explicarlo. La ley delimita estrictamente las funciones de representación de miembros de Comités y les aísla. La Ley otorga la capacidad de negociación de pactos y reformas laborales a las Ejecutivas Confederales. La Ley prohíbe las huelgas de solidaridad. La Ley regula todo para impedir que la acción social de los trabajadores tenga la más mínima efectividad. Cualquier levantamiento de trabajadores es sofocado con ofensiva mediática, policial y represiva en forma de multas, detenciones y despidos. Y a la vista está que desde que se legalizaron en 1977 las modernas centrales sindicales, las sucesivas reformas han consistido en abaratar el precio del despido, dar subvenciones a los empresarios, crear contratos más y más precarios, destruir empleo con eres y prejubilaciones, transferir costes empresariales al Estado, etc. Esto es empírico, esto es comprobable, esto es una derrota a plazos, sólo un hipócrita puede buscar excusas.
¿Por qué pasa todo esto? El sistema de representación sindical, ya que lo describo, coloca a los trabajadores ante una organización que considera ajena. La relación es la misma que puede tener un ciudadano con el seguro de los muertos. Imagina el cariño que se le puede tener: ninguno. La relación es puramente instrumental. Las ejecutivas de los sindicatos consideran a lo trabajadores meros objetos de consumo, que sirven a la supervivencia del aparato, lo mismo que la gasolina sirve al coche para que ande. Siempre hay un corte entre “lo que quieren los trabajadores”, cuyo deseo es forjado en la fragua del capitalismo, y “lo que quiere el sindicato” que responde a los intereses laborales de los sindicalistas encumbrados.
A niveles de base y de empresa, sucede lo mismo: la capacidad de decisión la ostentan los Comités de Empresa y las permanentes de liberados de los diversos sindicatos. Y esa gente obtiene poder. Poder que deriva: primero, de la capacidad de maniobra y tiempo proporcionada por la liberación; segundo del conocimiento y la experiencia que conducen a la especialización; tercero de la ocupación de cargos y responsabilidades, que son posiciones de poder institucionalizado; y por último del espíritu de equipo, afinidad, y camaradería entre personas bien organizadas e interesadas en mantener el tinglado. Porque hoy día la autonomía de secciones y comités, se reduce a tener montado un chiringuito cómodo, con calefacción en invierno y toldito en verano.
Frente a ellos, invisibles, están los trabajadores, que no disponen de medio de ningún tipo para que ser tenidos en cuenta. El peso de las decisiones recae siempre sobre los liberados. Ellos son los que están al tanto de toda la actividad de la sección y de las últimas complejas informaciones. Un afiliado no tiene nada que decir, porque lo ignora todo. Y si propone algo, son los liberados los que lo tendrán que llevar a efecto, y en sus manos únicamente está el hacerlo o no.
Por eso las decisiones son tomadas siempre por los liberados, representantes y ejecutivas. No difunden información porque les cuesta mucho esfuerzo, la gente no entiende complejos temas legales,… y si convocan una reunión los pocos asistentes acaban votando lo que ellos quieren. Así que no dejan que decidan los trabajadores, porque lo ven una pérdida de tiempo. Y por su lado el trabajador piensa: “no sé, no entiendo, si propongo algo tengo que defenderlo ante estos capullos, veo que no les gusta lo que digo, y encima son ellos los que por ley tienen que ponerlo en funcionamiento”. ¿Cuál es la consecuencia? El silencio, la separación, el divorcio, y que tú firmes tu propio despido. El liberado está en su local, la puerta cerrada, haciendo otras cosas, pensando desde la barrera, relacionándose con directivos, sabiendo lo que se puede y lo que no se puede hacer: levanta barricadas físicas, mentales, estructurales, de poder y epistemológicas que le separan del trabajador, y que hacen que éste mire al sindicalista como parte de la empresa, o que le tenga la misma querencia que le puede tener al banco donde cobra su nómina.
Y… ¿Quienes son los únicos que quedan que pueden tener interés en que el sindicato siga funcionando y existiendo? Pues los trabajadores que están a sueldo de él. Poco más. Y tener interés, no significa tener amor.
En estas condiciones, los sindicalistas han perdido la fuerza vital de la menstruación. Ya no caminan en la oscuridad al lado del lobo. Ya no dejan velas perfumadas frente al altar de la Madre Tierra antes de la batalla. Ya no atraviesan las cataratas del Destino ni se lanzan al asalto del Castillo. Ya solo se dedican a negociar ERES y a cobrar la comisión, que es para lo que han quedado.
¿Cuál es la solución a este enredo?: la insumisión generalizada al sistema de representación sindical. Ni siquiera la desobediencia civil valdría para cortar por lo sano, porque el entramado de leyes es tal, que romper un hilo costaría mucho…, y dejaría intacta la telaraña.
Humildes diosas de la Autonomía y de la Libertad, patronas del sindicato obrero, a vosotras acudimos suplicantes para sacar fuerzas de flaqueza. Lo que es de uno es de todos, lo que es de todos es de nadie, lo que es de nadie es de uno.
——————
NOTA
(1) Basta con clasificar el número de delegados por número trabajadores de empresas, para sacar con el ET y la LOLS en la mano, el número de horas sindicales de que disfrutan. Busca el precio actualizado de la hora de trabajo y multiplica. Varía el cálculo por meses, pero siempre es... Un montón de millones.
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Comentarios
¿Qué hacer?
Pues sí, querido Acrato, eso es el sindicalismo hoy, aunque haya algún liberado o no que se tome en serio lo de la defensa de los intereses de los trabajadores.
Pero reconocerás que estamos así no sólo por culpa de ellos...
Otro gallo cantaría si todos los trabajadores decidieran pelear de verdad por lo de uno peleando por lo de todos. Asumiendo por sí mismos la defensa de sus intereses que deberían ser los intereses de todos.
¿Qué hacer pues para que los explotados saquemos fuerzas de la flaqueza?
Fraternalmente
¿Qué hacer?
Pues sí, querido Acrato, eso es el sindicalismo hoy, aunque haya algún liberado o no que se tome en serio lo de la defensa de los intereses de los trabajadores.
Pero reconocerás que estamos así no sólo por culpa de ellos...
Otro gallo cantaría si todos los trabajadores decidieran pelear de verdad por lo de uno peleando por lo de todos. Asumiendo por sí mismos la defensa de sus intereses que deberían ser los intereses de todos.
¿Qué hacer pues para que los explotados saquemos fuerzas de la flaqueza?
Fraternalmente
Culpas y demás
No, la culpa no la tienen solo ellos. La culpa es compleja. Los sindicalistas suelen trasladar la culpa a los trabajadores, que no hacen, que no actúan, que no luchan -dicen-.
Pero también los sindicalistas deberían reconocer que la culpa no es solo de los trabajadores. Porque si los trabajadores tienen los sindicatos que se merecen, los sindicatos tienen los trabajadores que han contribuido a producir.
Sobre el "¿qué hacer?", dicen que Lenin escribió un panfleto sobre eso y no veas lo que salió del parto la burra.
Mi experiencia
Realizo un ciclo y en la asignatura de FOL ha salido a debate en varias ocasiones la cuestión sindical. Cansado de oír como la profesora y varias alumnas, que habían sido delegadas o miembras del comité en sus empresas, ensalzaban y alababan la labor sindical, consideré oportuno puntualizar y criticar (sobre todo porque el resto de alumnos ignorantes podían tener una idea equivocada y maravillosa de lo sindical). La conclusión de estas iluminadas tras un acalorado debate fue que yo, tras exponer argumentos como los aquí expuestos, era del PP y seguidor de Intereconomía.
Asi es amigo o amiga Chorongo
Asi es amigo o amiga Chorongo. Por hacer críticas de este tipo nos llaman "amigos de la derecha". Cuando el problema no es la crítica que hacemos a los sindicatos al uso, si no que son unos sinverguenzas.