Estar bien instalados en el monstruo, mientras esperamos su colapso

Cuando luchas contra un monstruo durante mucho tiempo, éste te acaba convirtiendo en monstruo. Cuando miras el abismo, el abismo te mira a ti. Esto se lo expliqué a Nietzsche mientras tomábamos snachps en Baviera, y el pobre se atragantó de tal modo por la emoción, que empezó a toser y no pudo enterarse del resto del aforismo. Ahora que por fin está muerto, os lo voy a revelar.

 

Tenemos el monstruo. Una especie de entidad maquiavélica llamada capitalismo con diversos centros neurálgicos. ¿Dónde estamos nosotros? Dentro del monstruo, por supuesto, en posiciones subalternas. Pues entonces vamos a ver cómo entrar en donde se manda.

 

Eso de meter cabeza en un Centro de Mando, tiene su ritual. Puedes intentar echar la puerta abajo de una patada, y desalojar a los inquilinos, sentarte en el trono y empezar a pedir cerveza. Pero como es muy peligroso entrar ahí dentro a las bravas, los nuestros intentan infiltrarse mediante el voto, que el sistema lo permite. Haces una campaña, prometes que vas a cambiarlo todo, porque total, mentir no se castiga en política, embaucas a unos miles, y ya tienes tu acta de diputado.

 

Pues amigo, ahora tienes que ponerte la máscara y escenificar. La primera impresión es la que cuenta, decía Irving Goffman (1). Sonrisas a los odiados colegas, apretones de manos, tomar posesión del despacho, ubicar a los asesores y secretarios, y ver qué carajo se hace allí dentro. Poca cosa, la verdad. Un parlamento que permite millones de parados, desahucios y terremotos, no vale para nada, ciertamente.

 

El teatrillo es diáfano. Los papeles están repartidos, los comportamientos estereotipados. Y si intentas darle otro punto de vista al invento parlamentario, te encuentras con esta desagradable sorpresa: que hay un catálogo de actitudes entre las que tienes que elegir, no pudiendo hacer otra cosa que cumplir con el protocolo. Tal vez enseñar una sandalia, que la ley no lo prohíbe.

 

¿Tiene algo el Acratosaurio en contra de quien enseña la sandalia? Nada en absoluto. Solo describo despiadadamente lo que hay: quienes dijeron ser el Caballo de Troya, no entraron con astucia en la fortaleza, sino con el procedimiento establecido; no han abierto las puertas del castillo al ejército griego; no han pasado a navaja a sus habitantes; no se reparten los despojos ni incendian la odiada ciudad. Disciplinadamente, abren cada día el despacho y ven qué cosa toca mientras convocan un referéndum. En definitiva: el Caballo de Troya, es -objetivamente hablando- el burro de Tortosa. Noble animal donde los haya, hablemos mejor de la moto.

 

Quien lucha contra un monstruo, puede convertirse en monstruo. Quien mira al abismo, ve que el abismo le contempla a él… Pero lo mismo es que no estás luchando. Lo mismo es que estás en el fondo del barranco, so carajote, buscando una salida. Lo que es de uno es de todos, lo que es de todos es de nadie, lo que es de nadie es de uno.

 

 

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NOTA 

 

(1) Que se vea que soy una persona muy culta, capaz de citar y todo.

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