Casos y cosas del carisma
La palmó otro líder carismático. Una cola de treinta kilómetros de adeptos en fila, recorren lentamente el camino que les conducirá hasta el fiambre. Pocas veces tanta gente estará pendiente de ver una momia embalsamada, y cuya conciencia se disuelve ya en el infinito. Frente al féretro, las reacciones son diversas. Desmayos, mareos, revelaciones, lipotimias, saludo marcial, crisis cardiacas prontamente atendidas por los voluntarios de emergencias. Banderas nacionales al viento y música militar por atronadores altavoces que hablan del PP (Pueblo y Patria). Guardia de honor con uniforme del siglo XIX y guardia menos honorable con metralleta por si acaso. Qué mundo éste. Qué cosa tan rara, que los cambios sociales tengan que focalizarse en una persona: Napoleón, Atila, Buda, César, Jesucristo, Hitler… Qué difícil parece que la gente no tenga líderes y no bese el culo de alguien. Dicen que por el carisma. Pero, ¿qué mierda es esa del carisma?
El carisma lo forma un conjunto de características variadas que se concentran en una persona de manera variable, para hacerla deseable y obedecible. Jefe, Profeta, Guerrero, Gran Demagogo, sus cualidades van más allá del cumplimiento del deber: santidad, heroísmo, militar audaz, ejemplaridad, oratoria, ser muy pobre, o muy rico, o muy normal, hasta en la normalidad son extraordinarios los carismáticos. ¿Para qué vale el carisma? Pues para ejercer la dominación. Los seguidores obedecen, y los no seguidores no tienen otra..
Claro, no hay una receta para ser líder carismático. Haz la prueba. Súbete a una mesa, pega cuatro gritos, prepara el discurso más conspicuo y convincente… Ni Dios te hace caso. Entonces gruñes y te preguntas: ¿Por qué frente a ese sudoroso gordo lampiño que va con una cruz en la mano, esa vieja abre tanto la boca que convulsiona y se le cae la dentadura? Por el rollo del carisma. ¿Pero en qué consiste ese carisma? No se sabe, solo se puede saber que ese notas tan señalado lo posee porque la gente de su círculo es capaz de romper con la norma si Él da la orden. El carisma es de carácter innato e inmanente, es irracional e intuitivo, es la pera verdadera. El líder puro se lo cree, es sincero, piensa que tiene una misión, y en base a ello recluta un séquito, unos adeptos (más o menos interesados) que forman su cuadro inmediato de agentes, mientras más cercanos, más se les pega la guasa. Es decir: para que exista carisma, los dominados tienen que creer que el líder lo posee. Y mientras más crean en él, más efecto produce.
Fíjate bien: si tú no crees en el carisma, ya puede bailar el líder en lo alto de un bote de tomate, que no le vas a hacer ni caso. Obedecerás, claro, pero por narices, no por gusto.
En la fiambrera y en el tupperware desaparece el carisma, lo que es de uno es de todos, lo que es de todos es de nadie, lo que es de nadie es de uno.
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Comentarios
no creo en jefes, pero de que mandan, mandan
Que acertados comentarios respecto al carisma. Ojala que los que presumen emitir los verdaderos suspiros y gemidos libertarios en Venezuela entiendan que si existe la desventura de la servidumbre es porque hay un pueblo que aceptado vivir con rey. Que gracias a este rey los súbditos hayan recibido las migajas, las sobras o los pedacitos de pasteles que nunca antes habían saboreado, y que ciertos rebeldes no han tenido necesidad de degustar, justifica en parte la adoración al rey, y que este último no haya cumplido todas sus promesas y en más de un caso haya mandado a dar de azotainas a determinado súbdito, no significa mayor cosa, ya que el quid del asunto no es que el rey nos traicione o agreda, sino que exista y sea necesario.
Mas de algún ácrata festina con el fallecimiento de alguien que se acepte o no fue un líder, con lo cual se da la razón a aquellos que afirman con Nietzsche que la diferencia entre un anarquista y un cristiano radica en que el primero atribuye el propio malestar a los demás (resentimiento) mientras que el segundo lo atribuye a sí mismo (mala conciencia). Lo común es que alguien es culpable y, por lo tanto, debe ser castigado. Que la venganza se consiga por la revolución o por el juicio final poco importa. En ambos casos se trata de decadentes, de gente de mala índole, incapaces de enriquecer el más acá.