Pocos y visibles. Pocos o invisibles.
Ayer se manifestaron por diversas ciudades miles de ciudadanos reclamando las cosas más variopintas. Un movimiento que se reclama en buena medida asambleario y antipartido, ha conseguido agrupar a gentes de barrios diversos en una red de complicidades, unas mejores que otras, al margen de las organizaciones formales clásicas. Los partidos políticos, asociaciones y sindicatos, lo miran con recelo, y se plantean cómo plantar una pica en Flandes. Uno de mis agentes manifiesta su disgusto porque ayer el minúsculo rojerío desempolvó sus banderas españolas (republicanas) en la de su ciudad, y las sacó a que les diese el aire. Y se pregunta este agente si los anarquistas, que están metidos en el invento barrial y pueblerino, no deberían mostrarse en todo su esplendor, con sus estandartes, pancartas, emblemas, panfletos y demás parafernalia.
En mi modesta opinión, tal cosa es algo que debe valorar cada cual, que sabrá cómo va mejor la película que protagoniza. Pero voy a ponerme a desarrollar lo que tendría de positivo (con un poco de suerte) que no te vean.
Sacar las banderas al viento, formar bloques específicos, mostrar cuántos somos, tiene la desventaja —evidente— de mostrar cuántos somos. Estar metidos de manera solapada en las asambleas, con propuestas libertarias, dinámicas grupales libertarias, actitudes individuales libertarias, y adherirlas a las actitudes, propuestas y dinámicas que se nos asemejen, puede incrementar la percepción de nuestro número, de nuestras propuestas... Puede aumentar nuestra fuerza, o no.
Los partidos, las asociaciones republicanas y demás, intentan participar en las manifestaciones con sus símbolos, y es posible que encuentren el rechazo de montones de personas que no quieren saber nada de viejos símbolos y de partidos, y que se sienten más cómodas en un movimiento sin banderas, sin líderes y sin dirección formal supuestamente. Rechazo que podemos fomentar, a costa de sacrificar nuestro peón abanderado. Y esto me lleva a recordar las manifestaciones de los viejos anarquistas peninsulares.
Cuando los campesinos gaditanos marchamos en diversas columnas hacia el pueblo de Jerez de la Frontera en 1892, no íbamos ni con banderas, ni con pancartas. Fuimos con las herramientas del oficio, a tomar la ciudad y a derribar el ayuntamiento. Las escasas fotos que hay de manifestaciones anarquistas posteriores, muestran a multitudes anónimas, igualadas, que son representativas por sí mismas, y que, precisamente por desfilar sin símbolos, están unidas ante el opresor.
Esas manifestaciones modernas, llenas de banderas de plástico sindical fraccionado, con cada persona llevando un estandarte y tres pegatinas, intentan suplir con colorines, y pancartas, la impotencia que sienten por no poder cambiar el orden que les rodea.
La masa anónima rompe el dique e inunda el valle. Lo que es de uno es de todos, lo que es de todos es de nadie, lo que es de nadie es de uno.
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Acrato en feisbu.
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mas claro agua ;)
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