El pasado bondadoso, el presente fastidioso, y el futuro insidioso

Recibo una carta de un joven ilusionado, en la que me hace un canto a la vida que denomina primitiva, que era como más libre que la actual —dice el tío—. Afirma que la vida en el neolítico, antes del Estado, era plena, sencilla, sin complicaciones… ¿Salvo por los piojos tal vez?

Vamos a ver, ya expliqué en su día que el pasado siempre es más malo que el presente, dado que ya ha pasado (1). Pero como resulta que la ilusión es fuerte, y se tiene la impresión de que porque uno piense que algo es bueno, es bueno, recomiendo un viaje al pasado. Es imposible viajar al futuro, pero el pasado anda siempre por aquí al lado. Cójase un billete de avión, váyase uno al Amazonas, y tírese unos mesecitos en la selva sin móvil y sin mechero. Ahí está el pasado. Ahí está el neolítico. Y si no, cójase un autobús de línea, asiente uno sus posaderas en un monte natural, en una cueva, y viva de recoger plantas, raíces y lagartos. Y así, en pocos minutos, se podrá uno dar cuenta, de que el pasado fue un enorme montón de mierda.