Tomemos ejemplo de los buenos asamblearios

En el cajón de los lubricantes genitales tenía la protesta de varios lectores, en torno a la mala fama que doy a las asambleas (1), y que teniendo en cuenta que el anarquismo procura el diálogo entre iguales… bla, bla, bla… Cierto que las asambleas son el signo de la igualdad colectiva y de la autonomía individual y grupal. Cierto también, que en la actualidad gozan de mala fama. Las acusaciones más frecuentes son que suelen ser muy largas, que son escasamente productivas, y que alguien murió en una durante un largo bostezo sin respirar.

 
En ellas aparecen esos egotistas asamblearios, que hablan y hablan y exigen que el mínimo detalle de la urna de incineración de Ferrer sea discutido en asamblea, y se le dan vueltas a los temas de manera que al cabo de dos horas, uno, enloquecido, escucha algo de billetes de avión a Frankfûrt, y ni dios sabe qué carajo es lo que se está discutiendo, y los duros militantes contemplan a través de las vidriosas ventanas de sus ojos, como estos se empañan, se nublan sus entendimientos y una mano de hierro retuerce sus glándulas reproductivas.
 
¿Qué es lo que haría falta para que las reuniones asamblearias fuesen más operativas? Para saberlo, fijémonos bien en quienes mejor las emplean, que son los capitalistas. En sus reuniones de manegament, ricos, plutócratas, cleptócratas y capos mafiosos de ideas avanzadas, han abandonado los arcaicos métodos de dirección tiránica, en la que un jefe determinaba la marcha de la empresa. Ahora leen a los anarquistas…, y aplican los métodos de organización libertaria para ganar dinero. Los capis entienden que sus directivos son un capital, lleno de ideas, y aplicar las de una sola persona sería no invertirlas, cosa que para un capitalista es un pecado.
 
Los libertarios insisten en que la buena voluntad de los miembros es fundamental a la hora de reunirse. Los capitalistas afirman que esperar buena voluntad en una reunión asamblearia, en los tiempos que corren, sería como esperar piedad de un tiburón rabioso. Así que basan el éxito de sus conchabamientos en el interés común. Todos tienen un único objetivo, que nutre la teoría y la praxis: enriquecerse, forrarse. Una vez definido ese objetivo general, pasan a los objetivos secundarios, concretos. Los establecen claros y diáfanos en el orden del día: no convocan la reunión si pueden evitarla y resolver los objetivos mediante la autonomía de sus miembros; si la convocan, valoran quiénes son los que tienen que ir a ella, aunque no formen parte de la organización; una vez realizada, meditan sobre si la reunión ha sido un éxito o un fracaso, y cómo mejorar la siguiente (sin descartar el despido o el asesinato de los saboteadores)… Ya hablaremos de estas cosas.
 
Podemos hacer mejor que los capitalistas, lo que nosotros mismos defendemos. Lo que es de uno es de todos, lo que es de todos es de nadie, lo que es de nadie es de uno.
 
 
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NOTA

 

Comentarios

 No deja de ser curioso que los que nos dirigen dediquen tanto tiempo en reuniones y encuentros sociales para que pasemos por la piedra y que cuando el pueblo se organiza y hace servir las asambleas en su tiempo libre, con que lo hagan dos o tres veces cada tres o cuatro años, consigan mas moviendose lo minimo..Ja! y a los otros les pagan...

Quizas, como bien dices, tendriamos que dibujar un objetivo mas jugoso que el dinero.

¡¡¡Si hasta el rico mas temeroso de que le quiten lo suyo seria mas feliz viviendo en anarquia!!!

No se asusten, señores, que los anarquistas  somos buena gente 

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