Basta de discriminación en los funerales nacionales

Ayer enterramos a Pedro, un albañil del barrio. Estaba a tres metros de altura. El compañero le llamó. Al volverse perdió el equilibrio, hizo el gato y se mató. Deja una viuda que se ha quejado una y otra vez de que la muerte de su marido “ha sido muy tonta”. Y tanto señora, como tantas.

El entierro fue sobrio. Ahora en el cementerio no te ponen los ladrillos, sino que te plantan una plancha del tamaño del nicho, y a volar. Eché de menos a la reina llorando, al presidente Zapatero, las banderas a media asta… ¿Por qué no?

Habría problemas seguramente. La reina tendría que pasársela gimiendo bajo el sol y la lluvia. Y las banderas a media asta todo el año. 263 albañiles murieron en el 2008 en acto de servicio. “Lo entregaron todo el cumplimiento del deber, un deber tan socialmente valioso como es preservar la convivencia y hacer posible el ejercicio de los derechos de todos. Tenemos en alta estima lo que hacéis y somos sensibles a vuestras necesidades”, diría el Presidente del Gobierno. ¿Exagero?

Comparados los 263 albañiles —por ejemplo—, con los efectivos de la Guardia Civil (ocho muertos en 2008, uno de ellos en atentado terrorista), yo diría —ejem— que teniendo en cuenta la proporción de guardias (más de 70.000), con los albañiles (más de 1.700.000), podríamos —ejem, ejem— decir que el oficio de albañil es más peligroso que el de guardia. Y sin darse pisto, ¿eh?, que los artistas de la paleta son discretísimos en sus manifestaciones de duelo, mientras que los aceitunos en sus foros parece que se les desgarran los tricornios. Tanto que en 2007 se instauró el “Día del homenaje a los miembros de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado fallecidos en acto de servicio”, al que acuden políticos a comer y a dar discursos. Y —que yo sepa—, ni las enfermeras, ni los buzos, ni los albañiles…, gozan de ese privilegio.

Por eso, qué carajo, ¡basta de discriminaciones! Funerales nacionales camaradas. Hay que darle a la viuda “fortaleza y entereza de ánimo subrayando que ahora es ella la que infunde ánimos para continuar con la labor que realizaba su marido”. El ministro de Fomento tiene que destacar que “el buen hacer de los duros y abnegados albañiles y peones, me ha proporcionado los mejores momentos en mis años al frente del Ministerio. Su ejemplo ha sido el mejor al que acudir cuando las fuerzas flaquean (a la hora del vermú)”. Subrayará además que “ser albañil es sinónimo de coraje para enfrentarse a riesgos y amenazas, tener la entereza y el optimismo necesarios para soñar con lo mejor de la sociedad teniendo que enfrentarse en muchos casos con lo peor de ésta y apostar por la confianza frente al miedo, por la seguridad frente a la vulnerabilidad”…

Camaradas: lo que es de uno es de todos, lo que es de todos es de nadie, lo que es de nadie, es de uno.